lunes, 30 de marzo de 2009

Los maestros cantores de Cali



Iba a apuntar algunas consideraciones -otras, ya que no las primeras en este blog- acerca de Andrés Caicedo, pero como mañana intentaré asistir la presentación de la "autobiografía" montada por Alberto Fuguet, tal vez sea mejor dejar esas cuestiones para el próximo post.

Mientras, entonces, algunas palabras acerca del programa que terminó hace un rato. En primer lugar, si alguno se lo perdió, o sintonizó tarde, o ni siquiera sabe que este blog funciona como apéndice de un programa de radio, escuchen a Jonas Kaufmann cantando uno de los pasajes más célebres de una ópera bastante problemática -en el buen sentido, pero problemática al fin- como es Los maestros cantores de Nürenberg de Richard Wagner.

El pasaje en cuestión es ni más ni menos que la canción con la que el personaje de Walther finalmente gana el concurso (y cantada por Kaufmann, no quedan dudas de que esa canción tiene bien merecido el premio) organizado por los Maestros Cantores del título. La verdad es que este Meistersinger es casi una poética o una profesión de fe wagneriana, y hasta su mismísima obertura/preludio desborda significados. Curioso, porque esta obra data de un período bastante crítico en la vida de Wagner. Exiliado de Alemania por su participación en las revueltas socialistas de 1948/49, en plena composición de su opus magnum, El anillo del nibelungo, Wagner descubre que la composición de su Tetralogía le va a demandar tanto tiempo que, mientras tanto, necesita tener alguna obra nueva, menos ambiciosa y más sencilla de montar, para garantizarse algunos ingresos. Así es que decide apartar por un tiempo la composición del Anillo (ya había terminado El oro del Rin y La walkyria, y había comenzado Sigfrido; le quedaba todo El ocaso de los dioses por delante) y dedicarse a componer "una ópera de cámara y una comedia liviana". Esas obras "poco ambiciosas" acabarían por ser Tristán e Isolda y Los maestros cantores de Nürenberg.

Hay razones para creer que Tristán e Isolda cambió para siempre el curso de la música occidental, y otras tantas para considerar a Los maestros cantores como la obra maestra de Wagner, en más de un sentido. En cualquier caso, aquí importa señalar algunos aspectos de los Meistersinger, que para tratarse de una "comedia liviana" de cuatro horas y media, no está nada mal.

Por lo pronto, la figura del héroe: ¿es el joven Walther o el maduro Sachs? La respuesta probablemente los implique a ambos, y no sería extraño suponer que ambos son, en verdad, el mismo: una especie de espejo dinámico en el que el propio Wagner se veía reflejado, desde sus comienzos como joven iconoclasta hasta su época de madurez como artista consagrado del nuevo orden -o, como él solía decir, la "música del futuro".

Otro interesante aspecto es el que señaló Pablo Gianera en el programa: hay un interesante desplazamiento en el papel de los Maestros Cantores. A su modo, ellos son los guardianes de una tradición. Y ejercen ese papel con tanto celo que caen en un conservadurismo recalcitrante, incapaces de comprender la belleza presente en la canción novedosa del joven Walther. Ahora bien: el público sí la advierte, como también la advierte Hans Sachs, en más de un sentido "padrino" musical de Walther. Desde ese punto de vista, el público es el que adopta la posición "progresista" en lo que respecta al gusto, mientras que la corporación de los músicos -que aquí trabajan de críticos- ocupa el lugar de la retaguardia.

Pablo señalaba que, salvo tristes excepciones, el trabajo de la crítica parece ser hoy, por el contrario, el de la "vanguardia", en el sentido de guiar al público, actualmente más "conservador", en su acercamiento al arte nuevo. Creo que algo de eso hay, en efecto, pero creo que el propio Pablo estará de acuerdo en que, al menos en nuestro medio, ni la crítica es tan "progresista" (siempre que se hable en términos generales), ni el público tan "conformista". En cualquier caso, dependerá de la actitud de cada uno el considerar al vaso medio vacío o medio lleno. Hay esperanzas, creo, pero es cierto que el panorama no es particularmente alentador. Como dijo el viejo Dylan: It's not dark yet, but it's getting there.

En fin, que el post está quedando demasiado extenso, y ya habrá tiempo de continuar estas discusiones. Mientras tanto, vayan las listas de temas de los últimos programas.

Y digo yo, ¿no habría sido un buen título alternativo para Los maestros cantores el caicediano Que viva la música?

Lista de temas del programa # 61
“Canción del premio” de Los maestros cantores de Nürnberg (R. Wagner) – Jonas Kaufmann, tenor; Orquesta Filarmónica de Praga; Marco Armiliato, dirección
Desafinado - Antonio Carlos Jobim & Stan Getz
No me moleste mosquito – The Doors
Fascinating Rythm / Moliendo Café – Guillermo Klein & Los Guachos
Se tiró del tren - Proyecto Orgánico Rave
Elegía - Gerardo Gandini
Lewis (mistreated) – Radiohead

Lista de temas del programa # 60
Now is the time – Charlie Parker
Dos minués del Libro de Ana Magdalena Bach (J. S. Bach) – Richard Egarr, clave
School Day – Los Simpsons
Contra todos los males de este mundo – Ernesto Jodos
1° mov. de El otoño (A. Vivaldi) – Il Giardino Armonico
Autumn serenade – John Coltrane & Johnny Hartman
L’automne est là – Manu Chao

martes, 24 de marzo de 2009

por favor, perdón y gracias

Algunos anacronismos resultan interesantes para comprender dónde estamos, cuánto se avanzó en algunas cosas y cuántas otras quedan, todavía, pendientes. Digo esto porque somos muchos (demasiados, dirán algunos, probablemente con razón) los que hacemos uso de herramientas como ésta para escribir, cada tanto, opiniones, pareceres, comentarios, alguna que otra consideración intempestiva. Hace treinta y dos años, cuando los blogs no existían, Rodolfo Walsh envió a las redacciones de los principales medios su Carta abierta de un escritor a la Junta Militar. Y muy probablemente, esas palabras no habrán sido recibidas del mismo modo en todas las redacciones, como bien apunta J. M. Pasquini Durán en esta columna.

No es cuestión de caer en simplificaciones, pero no me parece tan descabellado suponer que hay una continuidad, un puente tendido desde esa carta fechada el 24 de marzo del '77 hasta estos días, en los que tibiamente comienza a insinuarse una discusión respecto de la tan mentada Ley de Radiodifusión. Y es que, si algo debería quedar claro después de leer la Carta de Walsh, es que la libertad de expresión no es un derecho de los periodistas, sino un derecho de los ciudadanos. Desde luego, también de los periodistas, en tanto ciudadanos, pero en cualquier caso, es evidente que la prensa es más libre cuantas más son las voces presentes en los medios, y menos libre cuando dos o tres megacorporaciones tienen a su cargo radios, diarios y revistas. Y sin embargo...

... Sin embargo, parece que algunas cuestiones todavía tienen que ser explicadas y, sobre todas las cosas, defendidas. Y más todavía, no se puede olvidar ni por un momento que, incluso las nimiedades que en este y en tantos otros millones de blogs y sitios de toda laya que pueblan un espacio -digámoslo una vez más- público, exigen una cierta cuota de compromiso y de responsabilidad. Está muy claro que ningún blogger es Rodolfo Walsh. Por el compromiso, desde ya, pero también -y esto tampoco es un dato menor- por la extraordinaria calidad de su escritura. Pero me pregunto si muchas de las cosas que hoy damos por sentadas no serán una conquista que les debemos a los que pelearon por ellas.

Me pregunto también si no habrá algo de contradictorio en el hecho de decir todas estas cosas y pasar la tarde y la noche en un recital, saltando con Kraftwerk y Radiohead. Y me acordé entonces de esta canción de Silvio Rodríguez y en que, al final de cuentas, es cierto: les debemos tantas cosas a tanta gente.

martes, 17 de marzo de 2009

it's alright, ma (sólo huelo mal)

Inesperadas derivaciones de la discusión del post anterior: tanto hablar de las ediciones de papeles póstumos y grabaciones alternativas, tanto preguntarse por el morbo del público que quiere acceder a la intimidad de sus artistas favoritos y, prácticamente, analizar los contenidos de sus tachos de basura en busca de dudosos souvenirs... para que, de un solo golpe, todas esas preguntas queden en la nada y se desintegren. O se descompongan, para ser más exactos. Y entonces los vecinos llaman y se quejan por el olor.

Los vecinos de Bob Dylan, al menos. Que seguramente disfrutan con las emanaciones del genio de su ilustre vecino, pero que no están dispuestos a tolerar las emanaciones del baño instalado en el parque de su casa de Malibú. Es que, la verdad sea dicha, lo más probable es que pocas veces haga uso de ese baño el bueno de Bob, todo el año de gira, no direction home, like a rolling stone y todo eso, y sean los empleados de seguridad de la casa californiana los que tengan que hacer uso (y abuso, evidentemente) de las instalaciones.

Nada de eso opaca la noticia del inminente lanzamiento de Together through life, nuevo disco de Dylan, previsto para el 28 de abril. Al respecto, el propio Dylan cuenta que antes

...no parecía eistir un consenso entre mi público. Algunos preferían las canciones de mi primera época. Otros, los de la segunda. Algunos, los de mi período cristiano. Otros, los de mi época post-colombina. Otros, los de la pre-rafaelista. Y algunos prefieren mis canciones de los noventa. Creo que ahora a mi audiencia no le preocupa de qué período son las canciones. Sienten el estilo y la sustancia de un modo más visceral, y eso es todo. Las imágenes ya no los trastornan como antes. Por ejemplo, si en alguna de mis canciones hablo de un astrólogo con prontuario, ya nadie se va a preguntar si la humanidad está condenada. Las imágenes son tomadas en sentido literal, y eso, de algún modo, me liberó.

Esas palabras me recordaron cierto comentario que alguna vez leí en algún artículo de Rodrigo Fresán, señalando ese verso extraordinario y, sí, mercurial que estalla en una de las estrofas de "Visions of Johanna",

the ghost of electricity hangs in the bones of her face

considerado por varios fanáticos célebres y profesores autodidactas como el más representativo de todo el corpus dylanita. Y pensé en que, es cierto, hace algunos años podían escribirse libros enteros acerca de qué era lo que había querido decir con eso "la voz de una generación", mientras que ahora podemos escuchar una y otra vez ese verso extraordinario y entender que lo que allí se dice es exactamente eso que allí se dice.

Lo cual no quiere decir que "eso que allí se dice" se agote únicamente en esas palabras. Porque, claro, también está aquello de "cómo es que se lo dice", y ahí sí que Dylan tiene para ofrecer toda esa proverbial variedad de recursos expresivos que sólo pueden ignorar los fundamentalistas de las voces-inmaculadas-que-sólo-sirven-para-cantar.

Y entonces sí, volvemos a lo de la entrada anterior. ¿Por qué privarnos de escuchar lo que el artista en cuestión decidió dejar afuera de la versión final del disco? Ahí están, por ejemplo, las dos versiones de "Idiot wind": la primera, grabada en Nueva York, una de las canciones más tristes que se hayan escuchado (pero que no habríamos escuchado si nos contentáramos únicamente con la edición oficial del disco); la segunda, grabada en Minneapolis, la que finalmente quedó en Blood on the tracks, mucho más amarga, con una violencia apenas contenida.

Eyolf Østrem, comentando las versiones de "Can't wait" -la que finalmente fue incluída en la edición de Time out of mind y la anterior versión que hace poco fue editada en el volumen 8 de las Bootleg series- arriesga que la diferencia en las versiones tiene que ver con las diversas etapas que el narrador atraviesa en un proceso de separación. La primera versión es todavía una canción de amor -dolorosa, pero canción de amor al fin-, mientras que la segunda es una canción acerca de la pérdida. Y allí donde la primera podía sonar casi desesperada, la segunda ya es decididamente apocalíptica. Algo así pasa también con las versiones de "Idiot wind", y el caso es que, si no existiera esa moderna compulsión por conocer de un artista incluso las versiones que quedaron afuera de los discos, nos habríamos perdido muchísimas grandes canciones, o enormes versiones de canciones que ya conocíamos, pero que de golpe pueden transformarse en algo más.

Otra interesante derivación de este nuevo Dylan, cuyas imágenes poéticas pueden ser tomadas en sentido literal -y que, según parece, se aplica retrospectivamente a todas sus canciones, pasadas, presentes y futuras- es aquella célebre respuesta a un periodista británico que le preguntó qué clase de artista era. "I'm a song and dance man", dijo Dylan, y los que lo vimos en Rosario el año pasado podemos dar fe de que esa frase fue pensada en un sentido estrictamente literal. Miren, si no, los pasitos de baile que arriesga Dylan mientras homenajea a Johnny Cash con una de esas famosas "canciones de trenes".

Y el tren puede ser lento, pero llega.

lunes, 16 de marzo de 2009

fiesta cervezal


Se acerca el día de San Patricio, y como ya es tradición en Buenos Aires, la ciudad se prepara para una noche de cerveza y peleas callejeras. O no tanto, porque el Gobierno de la Ciudad anuncia la primera Marcha de San Patricio, esperando transmitir con ella un "mensaje de convivencia y amistad entre los pueblos." Ahora bien, a quién se le ocurrió enviar ese mensaje justo el día en el que la gente se emborracha y se muele a trompadas con el primero que se le cruza, es algo que se me escapa. Pero bueno, en cualquier caso, tengo un 25% de sangre irlandesa que me permite beber sin moderación y con total impunidad, al menos por un día.
A propósito, aprovechamos la efeméride para conversar en nuestro último programa con Jorge Fondebrider, especialista en cuestiones irlandesas, responsable de varias antologías y traducciones de piezas literarias de la tierra de al menos uno de mis antepasados. Jorge asegura -y pruebas no le faltan- que la literatura irlandesa probablemente sea una de las más ricas e interesantes de la actualidad. Aprovechamos también para diferenciar las tradiciones irlandesas -de un folklore eminentemente rural- de la epidemia de boberías celtas y otras taras milenaristas que de un tiempo a esta parte vienen contaminando los "grandes centros urbanos", como parece que está de moda decir en un año electoral como el que nos toca en suerte.

También pudimos conversar con Pablo Gianera acerca de un tema más que interesante y que promete polémicas varias que se irán sucediendo a lo largo de esta temporada de estudio de noche. Y es el tema de los "papeles póstumos" de los escritores, o las "tomas alternativas" de los músicos, esas obras o esbozos de obras cuyos autores, en principio, no consideraban aptas para su publicación y que sin embargo hoy, gracias al afán de lucro de editores, empresarios y, eventualmente, herederos, podemos disfrutar... o no.

Digo esto de "...o no" porque, hace muy poquito, en una aparente fiebre por la obra del colombiano Andrés Caicedo -fiebre de la que este blog no está exento, como demuestran entradas como esta- se publicaron algunas de las páginas de su diario. Y ocurre que, en lo que a mí respecta, Caicedo fue un descubrimiento extraordinario, un autor capaz de generar una extraña euforia a la hora de enfrentarse con sus textos -y vuelvo a recomendar el fundamental ¡Que viva la música! editado hace muy poco por Norma-. Así que fui comprando religiosamente cada nuevo volumen con las obras que Caicedo había dejado terminadas o casi antes de suicidarse a los 25 años, y me encontré con cuentos extraordinarios, con notables reseñas cinematográficas, con interesantes obras de teatro... y con un diario que comienza con esos apuntes que los escritores saben que eventualmente serán leídos por algún tipo de "posteridad", pero que de pronto se convierte en otra cosa: en la escritura desesperada de una persona que está a punto de matarse. Y, la verdad sea dicha, no me gustó leer eso. Más aún: preferiría no haberlo leído.

Pablo introdujo en la discusión la idea de que lo que se estaba alimentando con la profusión de publicaciones de este tipo -los papeles inconclusos de los escritores o las sesiones completas de grabaciones de músicos, incluso los comienzos fallidos de las obras que ya conocemos por su versión definitiva incluída en los viejos LP- era ni más ni menos que el impulso morboso del público por acceder a la intimidad de sus artistas favoritos. O bien, de "ver al artista en calzoncillos", como certeramente ilustró nuestro hermeneuta de cabecera. O, también, crear la necesidad de que siempre "nos falta algo" en nuestra colección privada de obras de arte, y que entonces, cada uno, dos, cuatro o diez años, tenemos que volver a comprar Kind of Blue porque se descubrió un nuevo master con un solo en el que Miles Davis cambia una nota en un solo de "So what".

¿So what?, habría que decirles a todos los que anuncian la llegada de ese secreto-mejor-guardado que contiene la clave para comprender verdaderamente al artista en cuestión. Y sin embargo...

... Y sin embargo, cabría preguntarse si los artistas son los mejores jueces para decidir cuáles de sus creaciones merecen ser presentadas al público y cuáles merecen ser sometidas a un cuidadoso proceso de combustión como si nunca hubieran existido. Ahí están las Bootleg Series de Bob Dylan, que incluyen algunas de las canciones que cualquier dylanita que se precie no dejará de incluír en su lista personal de favoritas. O esos poemas de los que algunos poetas, de pronto comprometidos con otras búsquedas y otras sensibilidades, pretenden retractarse, como si todavía fuesen, verdaderamente, suyos. Pero, ¿de quién son, entonces?

Como sea, parece ser, efectivamente, una cuestión compleja, con diversas aristas que merecen ser analizadas en cada caso con cuidado. Como bien apuntaba Pablo en el programa, el proceso de creación de Miles Davis en la época de Bitches Brew, por ejemplo, incluía como parte fundamental el montaje que tenía lugar en la sala de edición a partir de las extensísimas sesiones. Así, para Pablo, las recientes ediciones de las sesiones completas de Bitches Brew serían no sólo "inescuchables" desde el punto de vista del placer que pueda proporcionar su audición, sino, incluso, un importante error de concepto: ocurre que Miles Davis sabía que entraba al estudio con la idea de dejar rodar la cinta, tocar, y terminar el proceso en la sala de edición. Es decir: Bitches Brew es ese disco que fue editado con ese nombre. Nada "quedó afuera", porque no había nada, en rigor, antes de ese proceso de montaje.

En breve, más sobre estas cuestiones y otros violines. Mientras tanto, acá va un poco de ese caldo de perras, cortesía del mismo Miles Davis a quien Alfredo Casero alguna vez recomendó: "Negro, tocá la trompeta, tocá la trompeta..."

Lista de temas del programa # 59:
Ladies Pantalettes – The Chieftains con Bela Fleck
I know my love – The Chieftains con The Corrs
An Binssin Luachra – Maire O’Sullivan
Mountain Dew - The Drunken Shamrocks
Home boys home – The Clancy Brothers
So near, so far – Miles Davis (con Frank Butler)
So near, so far – Miles Davis (con Tony Williams)
Sunday Bloody Sunday – U2 (en vivo en Sarajevo, 1997)
Danny Boy - Lalo Lambda
Whiskey in the jar – Metallica

lunes, 9 de marzo de 2009

Las habladurías del mundo

Hace un ratito me quejé del triste papel de los actuales noticieros. Cerré la ventana del blog e ingresé al Gran Sitio Web Argentino (confieso que buscaba los puntajes del GranDT, lo cual, dicho sea de paso, es mucho, pero mucho más relevante que los resultados de las elecciones de ayer en Catamarca, con todo el respeto que me merecen mis amigos catamarqueños, que los tengo) y lo primero que encontré es un video que refleja el parecer de “la gente” respecto del posible aumento del 25% a los salarios de los porteros. Para un pobre convaleciente como yo, semejante baldazo de realidad me volvió a subir la temperatura al punto de la combustión instantánea. “¡Qué barbaridad!”, dije, y recordé un comentario de una amiga respecto de la cultura movilera imperante.

Es que, vean: el video era presentado con el siguiente epígrafe

“Ellos tienen casa, todo, y piden más”, dijo una señora.

Eso era, para el cronista, la viva imagen del “rechazo al pedido de aumento salarial a los porteros”. Todo este asunto es interesante. Ante todo, ese “dijo una señora”, ejemplo del periodismo comprometido de los reporteros argentinos, que harían palidecer al mismísimo Kapuczynski. ¿Será la misma señora que el año pasado aparecía retratada con el cartelito ese de “estamos con el campo”? Porque entonces la cosa sería más o menos como la pinta la revista Barcelona: este gobierno bolchevique les estaría dando un brutal aumento de sueldo a estos magnates porteros que “tienen casa y todo”, mientras pretende que los pobres empresarios agroexportadores sobrevivan en sus miserables mansiones apenas con un puñado de millones. Encima sigue en baja el Merval, afectando a cientos de miles de familias cuyos microemprendimientos de plomería y servicio doméstico cotizan en Bolsa. Como dijo una señora: “¡Que se vayan todos, que se vayan!”

¿Será cierto lo que dice Spinetta? Aquello de que

Las habladurías del mundo
No pueden atraparnos…


¿Será?

Mi enfermedad

Supongo que será un indicio más del inclemente paso del tiempo, pero antes, cuando me enfermaba, me sentía más joven: era como si sufriera una especie de regresión, de pronto sin preocupaciones, cuidado y mimado por familiares y amigos, atendido hasta en los más pequeños detalles. En cambio ahora, cada vez que me enfermo me siento más viejo. Los cuidados y los mimos siguen estando, ese no es el problema. Intuyo que lo que cambia es lo que nos espera, después de una determinada edad, del otro de la lado de la burbuja, una vez terminado el período de convalecencia. No es lo mismo recuperar la energía para un partido de futbol que para uno, dos, muchos trabajos y responsabilidades.

Por lo pronto, el programa contó en su última emisión con el debut en la conducción de Mariano Moruja, con la invalorable colaboración de Silvia Dabul. Muchas gracias a ellos y a los invitados de ayer por el aguante. La verdad es que a mí me vino bárbaro para descansar y empezar a recuperarme. Pero también me sirvió para advertir hasta qué punto estudio de noche es un programa comprometido con las actuales tendencias en el mundo del arte y de la cultura.


Tal vez recuerden que, hace un par de años, el holandés Martijn Hendriks armó un módico escandalete por eliminar de la película Los pájaros a todos… los pájaros. En aquél momento, lo que más disfruté de la intervención fueron las reacciones de los conductores de los noticieros, totalmente escandalizados. Nunca logré saber si esa indignación era genuina o fingida. Es que, si fuera genuina, ¿por qué habrían de estar tan escandalizados precisamente los conductores de los noticieros? ¿Es eso un tema que genera indignación? Uno puede con cierto asidero preguntarse cuál es el sentido (artístico, se entiende) del trabajo de Hendriks, pero incluso si no comparte las motivaciones del artista, la indignación no parece una reacción apropiada. Es decir: ni siquiera puede decirse que “arruinó” el original, puesto que la película de Hitchcock sigue allí, con todos los pájaros en fila.

Lo que es aún más inquietante es la opción de que se trate de una indignación fingida, porque entonces: ¿fingida para qué? Y, sobre todo, ¿para quién? Porque está claro que todo engaño tiene al menos un destinatario, en función del cual el farsante echa a andar la farsa. ¿A quiénes pretendían engañar estos muchachos? Es un misterio. O tal vez no tanto, si se repara en el tristísimo lugar que hoy ocupan los noticieros en todo el mundo…

En cualquier caso, Hendriks no está solo. De los intentos por eliminar a los protagonistas de sus historias, el que parece mejor logrado (y hasta cuenta con el beneplácito del creador del original) es el que puede verse aquí, con una introducción que promete “revelar la angustia existencial de un tal Mr. Jon Arbuckle. Se trata de un viaje a las profundidades de la mente de un solitario joven cualquiera, mientras pelea una batalla imposible contra la depresión y la soledad en un tranquilo suburbio americano.”



Paranoia is total awareness decía alguien que podría haber sido Philip K. Dick. Una frase genial y, sì, paranoica, que podría traducirse como “La paranoia es el total estado de conciencia.”

O bien esta otra traducción, más heraclítea: “La paranoia es la conciencia de todas las cosas.”

Yo prefiero esta otra definición:

“No seas paranoico: eso es lo que ellos quieren.”

Nos vemos la próxima.

Si “ellos” quieren.

lunes, 2 de marzo de 2009

Cuando sea grande quiero ser Conan O'Brien

Seré breve, puesto que han pasado varios días desde la última entrada y hay listas de temas pendientes...

La semana pasada quisimos hacer un truco al mejor estilo Benjamin Button, el personaje que nació anciano y creció al revés, es decir, rejuveneciendo, y entonces empezamos el programa por el final. No nos salió muy bien: Benjamin Button no ganó ningún Oscar y a nosotros nos levantaron el programa a los cinco minutos. La verdad es que yo todavía no vi la película, así que, por favor, no me cuenten el principio.

En otro orden de cosas, leímos que el cantante Marc Anthony llegó a Viña del Mar para cerrar el célebre Festival de la Canción de la localidad chilena, y pagó 38 habitaciones del hotel en el que se aloja. Suponemos que lo hizo para sentirse más o menos cómodo, para no verse asediado por los ocasionales moradores de las habitaciones vecinas, menos talentosos que él. Es más o menos lo mismo que aquí ocurre con Los Simpsons en la grilla de programación de Telefé.

Leímos también que la empresa Muzak está por presentar la quiebra. Para los que tal vez no lo sepan, esta empresa es la responsable de haber creado la música para ascensores, precursora de la insoportable musiquita que hoy se escucha por todas partes: consultorios de dentista, shoppings, los consultorios de dentistas que están en los shoppings… En una época, el guitarrista y ferviente republicano Ted Nugent quiso comprar la compañía nada más que para cerrarla: consideraba que era una influencia maléfica, creada por el Ejército de los Estados Unidos para lavarles el cerebro a los jóvenes. Curiosamente, algo muy parecido a lo que muchos dicen respecto de… la música de Ted Nugent.

Mientras tanto aquí, en Buenos Aires, la Avenida Pueyrredón vuelve a ser doble mano. Confieso que a mí me sorprendió leer en los afiches eso de “vuelve a ser doble mano”, porque para mí siempre tuvo una sola. Después leí que, efectivamente, hace treinta años -antes de que yo naciera, me apresuro a aclarar- Pueyrredón era, efectivamente, doble mano. Parece que hay como una especie de nostalgia en el ambiente... Cada tanto reaparece la idea de que Corrientes vuelva a ser angosta, ahora que Pueyrredón vuelva a ser doble mano... incluso, algunos funcionarios hasta hablan de la posibilidad de reabrir el Teatro Colón.

En fin... como diría Pettinato parafraseando al payaso Krusty: "Quienquiera que seas, menos Conan O'Brien, me estás robando los chistes."
¡Plop!

Lista de temas del programa # 57:
Lole y Bolan (un amor teórico) – Nacho Vegas
Ghosts – Albert Ayler
Ghosts – Albert Ayler & Don Cherry
Bells – Albert Ayler
Vendome – Modern Jazz Quartet
Corte de luz – Richter
Instrucciones para esconderse debajo de la cama – Richter
Rap, soda y bohemia – Molotov
Do the evolution – Pearl Jam
... y la que debía de la semana pasada:
Lista de temas programa # 56:
Mejor no hablar de ciertas cosas – Andrés Calamaro
Final de “Westen” de La rosa de los vientos (Mauricio Kagel) – Schönberg-Ensemble
Florence sur les Champs-Elysées (banda de sonido de Ascensor para el cadalso) – Miles Davis
Side by side (banda de sonido de Hudson Hawk) – Bruce Willis y Danny Aiello
Fausto - Marcelo Katz Quinteto
Things have changed – Bob Dylan