jueves, 22 de abril de 2010

la oposición y el argumento ontológico

En El hacedor, Jorge Luis Borges se burlaba del argumento ontológico de San Anselmo oponiéndole el espejo distorsivo de su argumentum ornithologicum. En su formulación original, el argumento de Anselmo pretende ofrecerse como irrefutable prueba de la existencia divina para enfrentar a un interlocutor imaginario, el necio que afirma que “no hay Dios”. La necedad del oponente se conjura mediante un razonamiento de una lógica férrea: aquello mayor de lo cual nada puede ser pensado, el ser que reúne en sí en modo superlativo todas las perfecciones, necesariamente debe poseer, también, la perfección de la existencia. La formulación de Anselmo resultó insoslayable para toda la filosofía posterior: nadie pudo sustraerse a la obligación de aceptar o rechazar la argumentación anselmiana. Hegel pudo verla con buenos ojos, Kant la rechaza de plano. Borges, lo dicho: se burla de un argumento que pretende imponer como necesario aquello mismo cuya existencia pretende demostrar.

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En la Argentina, el llamado “Bloque A” de la Cámara de Diputados presentó un proyecto de Ley que incluía, como artículo 20°, la cláusula “Esta ley no puede ser vetada”. Independientemente de la flagrante violación de la Constitución que esa cláusula implica, al negar una atribución del Ejecutivo contemplada en la Carta Magna, hay algo de fascinante en el hecho mismo de que la norma sea presentada por legisladores incapaces de alegar ignorancia respecto del funcionamiento de las instituciones. Es la variante legislativa del argumento ontológico anselmiano: esta Ley es irrebatible por su misma formulación. Algún pícaro diputado oficialista podría haber propuesto la inclusión de un artículo 21° que rezara “Pido gancho” para neutralizar el “artículo ontológico”.

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Pero lo que llama la atención es otro paralelismo: así como Anselmo intentaba convencer a aquel necio con su argumento, hoy, con este artículo, la oposición pretende tomarnos a todos por irremediables pelotudos.