En primer lugar, porque se habla de la "aplastante derrota del kirchnerismo" en Santa Fe, según parece, "arrollado" por la fuerza del humorista del PRO (digamos "Miguel del Sel", porque son varios los que podrían caer dentro de la categoría de "humoristas" en el partido de los globos de colores). El problema con ese discurso de aparente "fin de ciclo" y odio hacia el oficialismo nacional es que no se condice con el triunfo de su candidata en las legislativas. Porque eso es, tal vez, lo más curioso de estas elecciones, en las que no sólo se elegía gobernador, sino también diputados y senadores provinciales, además de intendentes. Y es cierto: el candidato a gobernador del FpV salió terriblemente machucado. Pero la misma fuerza que salió tercera en esa instancia de la elección, ganó en otra, menos fulgurante, pero, como cualquiera sabe, tremendamente importante, especialmente por el hecho de que la metodología electoral de Santa Fe prácticamente hace que el ganador de las elecciones legislativas se quede con (casi) todo. Odiar al FpV y darle el control del congreso sería algo así como un gesto de autoflagelación de un electorado masoquista.
Pero hay más: prácticamente no hubo diferencia entre los votos del candidato a gobernador del oficialismo provincial y sus candidatos a legisladores. Parece razonable. El problema es cuando se repara no sólo en la diferencia entre los candidatos del FpV, cuyos legisladores recibieron muchos más votos que el candidato a gobernador, sino también en la diferencia del PRO, exactamente inversa: muchos votos para el candidato a gobernador, pocos, muy pocos, para sus legisladores. Y entonces, sólo queda pensar que hubo mucha, mucha gente que votó, al mismo tiempo, al PRO y al FpV.
Fito, entonces. Hace un par de semanas, cuando el músico hizo pública su catarsis de domingo a la noche, unos cuantos le saltaron a la yugular. Decían que la crítica a los que votaron al PRO es improcedente, porque muchos de esos votantes después iban a votar a Cristina en octubre. Pero ese tipo de comentario, bastante difundido, no alcanza a entender el verdadero sentido de la crítica. Porque no es que uno piense que alguien es un estúpido si vota al PRO y un iluminado si vota al FpV. En Santa Fe, eso sería aún más difícil, porque habría gente que, al votar al mismo tiempo al PRO y al FpV, en un mismo sobre, se convertiría en una suerte de monstruo mitológico con cuerpo de pingüino y cabeza de gorila. O algo así.
Pero no. Lo que le da asco a Fito, lo que a mí me asusta, no es que haya gente que vote al PRO. La náusea viene por otro lado. Porque lo que revela el voto simultáneo a dos fuerzas antagónicas no es indecisión, inestabilidad emocional, o esquizofrenia política. Es desinterés. Es la puesta en evidencia de que el supuesto renacimiento del debate político es un mito, totalmente incompatible con medio millón de personas votando a "la Tota" y al imitador de Freddy Mercury. Acaso sea cierto que se discute en los grupos de amigos, con los compañeros de trabajo, con los compañeros de estudios. Pero esa discusión, aún suponiendo que estuviera difundida, no se manifiesta a la hora de votar. No otra parece ser la razón de que las encuestas no peguen una: es como si una gran cantidad de gente no quisiera reconocer que vota a esos personajes. Es, a su modo, la confirmación de que el discurso del renacimiento de la política es sólo eso: un discurso, más o menos difundido. Acaso hay gente que, para parecer a tono con el Zeitgeist, afirma discutir de política. Pero, en la soledad del cuarto oscuro, se rebela contra eso y opta por los globos y matracas. Lo que se revela, y asusta, y obliga a replantearse unas cuantas cosas, es la fragilidad de toda realidad política.
En fin, que lo que parece desprenderse de todo esto es que, a excepción de los núcleos duros de militancia propia de todos los partidos (y en algunos, eso es lo único que hay), casi ningún voto es la manifestación de un propósito firme, sino apenas la de un cálculo pequeño y, muchas veces, caprichoso. Insisto: la inteligencia o la estupidez no tienen nada que ver, porque lo que se supone que nos iguala en elecciones en las que "una persona = un voto" no es la razón, sino la voluntad. O sea: el golpe duro del que hablaba Fito no consiste en creer que el voto a Macri/Del Sel es un voto estúpido y el voto a Cristina es un voto inteligente. Lo que asusta es que uno y otro son igualmente frágiles.
Acaso esa sería la esperanza para la segunda vuelta del próximo domingo: dirigirse a todos esos que creen que no hay mayores diferencias entre los candidatos y apostar a la volatilidad del sufragio. Imagino la campaña: "¿Pensás que son todos lo mismo y votaste en primera vuelta a Macri? OK, entonces ahora: ¡votá a Filmus!" Quién te dice, en una de esas funciona...
Prometo hablar de música en la próxima entrada.
5 comentarios:
Aunque puede tener algo de verdad (en el sentido de que existen probablilidades de que una o varias personas que hayan votado al PRO en Santa Fé sean efectivamente anti K -y ello haya sido la razón principal de su voto-) me pregunto como esa puede ser la razón principal o excluyente para ese voto cómico, dado que el PRO no tiene fuerza nacional. Qué es lo que piensa hacer esa fuerza anti K en octubre? Digo, cómo se proyecta? Que es lo mismo que decís vos, cuál es su proyecto?
es que es todo muy raro: como en Santa Fe todavía vale la alianza entre socialistas y radicales, los votantes de Bonfatti podrán elegir en octubre a Alfonsín o a Binner. Los que votaron al Chivo Rossi, votarán a Cristina. Uno supone que los que votaron a Del Sel, dada la conformación de las listas del PRO en Santa Fe, podrían votar a Duhalde. Pero es casi imposible hacer esas "transferencias" de votos, porque el hecho mismo de que en una misma elección haya ganado una fuerza en las legislativas y otra en la ejecutiva, evidentemente muestra que los designios de las urnas son más complicadas de descifrar que el oráculo de Delfos...
"ganarás no perderás..."
"ganarás no perderás..."
Me gustó la entrada. Te agregué a los blogs que leo en mi reader.
Un abrazo,
Aureliano.
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