lunes, 24 de septiembre de 2012

obras incompletas



No sé si es una historia que merezca una novela o una película. Acaso un capítulo de una serie o, evidentemente, una entrada en un blog. Un artículo en una revista, quizás. La historia es la del célebre retrato de Wolfgang Amadeus Mozart que hoy se puede apreciar en el museo de la casa natal del compositor, y cuya principal característica es la de tratarse de un retrato inconcluso.

Así presentado, no parece un gran misterio. Las razones para no terminar un cuadro son muchas y, en el caso de este cuadro en particular, esos trazos gruesos que rodean el rostro de un Mozart cabizbajo parecen reforzar la idea de un genio muerto demasiado pronto. En todo caso, el que murió joven fue el retratado y no quien lo retrató, con lo cual la pregunta acerca de qué pudo haber pasado para que ese cuadro no fuera terminado es válida.

Y finalmente, como anuncia en su blog el musicólogo Michael Lorenz, parece que varias de las respuestas que rodearon al cuadro inconcluso -¿es auténtico?, ¿cuándo fue pintado?, ¿es ese verdaderamente el rostro de Mozart en los últimos años de su vida?- encuentran una salución satisfactoria. Y, si no es satisfactoria, es al menos interesante.

Como las investigaciones que rodean la figura de Mozart son muchas, y siempre complicadas -hace poco, una entrada daba cuenta del descubrimiento de un Mozart caracterizado como improbable padrino- Lorenz decidió investigar no sólo al compositor, sino también a su retratista, hasta convertirse poco menos que un especialista en la obra de Joseph Lange. Un pintor prolífico, cuyas relaciones con Mozart van más allá de un retrato inconcluso: estaba casado con la hermana de Constanze Weber, esposa de Mozart. Un asunto de familia, pues.

Pero lo importante en esta historia no es el árbol genealógico de las familias Weber, Lange y Mozart, sino el hecho de que el propio Mozart, en cartas escritas en diversos momentos de su vida -a su padre primero, a su esposa más tarde- hiciera referencia a retratos hechos por Lange. Hay allí una prueba de autenticidad. Las cartas hablan de retratos hechos por Lange, con lo cual la tarea de los investigadores consiste en determinar si los cuadros de los que allí se habla son los que mismos que pueden encontrarse distribuidos por Europa. Así, en una primera carta dirigida a su padre en 1783, Mozart cuenta que Lange pintó dos pequeños retratos, uno del propio Wolfgang y otro de su mujer Constanze.

Varios años más tarde, en 1789, Mozart le escribe a su mujer una carta en la que menciona a su cuñado trabajando en un retrato suyo. A partir de estos dos testimonios, se llegó a la conclusión de que Lange hizo dos retratos de Mozart: uno en 1783, enviado por Mozart a su padre junto con un retrato de su esposa, y un retrato posterior, en el que Lange estaba trabajando hacia 1789, y del que no quedan registros de que haya sido terminado. La conclusión parecía sencilla: el retrato inconcluso que conservamos de Lange es aquel en el que se encontraba trabajando en 1789. Del anterior -terminado, a juzgar por las palabras de Mozart- se pierde el rastro una vez que Wolfgang lo envía a su padre Leopold.

Ahora bien, Mozart menciona, en 1783, dos pequeños retratos: uno de él mismo y uno de su esposa. Si el suyo se perdió, ¿qué decir del de Constanze? El retrato más famoso que se conserva de la esposa de Mozart está hoy en Glasgow y fue pintado por... Joseph Lange. Pero no es un pequeño retrato, sino uno más bien grande, en el se la ve a Constanze sentada, con una mano entre las piernas, mirando de frente al espectador. En ese retrato, Lorenz encontró la clave de todo el asunto.

Ocurre que, después de haber investigado la forma de trabajar de Lange, Lorenz advirtió que, en más de una ocasión, el pintor tomaba pequeños retratos, los ubicaba en el centro de un nuevo lienzo y procedía a "ampliarlos", completando el resto de la imagen. Dicho de otro modo: el famoso retrato de Constanze Weber hecho por Joseph Lange no es sino un pequeño retrato sometido luego a un trabajo de ampliación. El análisis del cuadro revela que, en efecto, todavía es posible discernir el viejo contorno del retrato original, más pequeño.

Y entonces, la conclusión inevitable: ¿y si el cuadro "inconcluso" de Mozart no es otra cosa que el retrato mencionado en 1783? En ese caso, no habría dos retratos de Mozart hechos por Lange, sino un retrato completo, hecho entre 1782 y 1783, al que luego el propio Lange quiso someter al mismo proceso de ampliación que había aplicado en el caso de Constanze. Lo inconcluso, entonces, es esta segunda etapa del cuadro. El primer retrato, entonces, no estuvo perdido todos estos años, sino que estaba a la vista de todos, integrando un cuadro más amplio que nunca llegó a completarse.

Los interesados en los detalles de la investigación de Lange, pueden encontrar la documentación en su propio relato. Hay allí curiosos detalles del trabajo de restauración que sufrió el cuadro a mediados del siglo XX, en el que no se reparó en esto, y ni siquiera se tomaron registros de las intervenciones sobre la tela original. Y si a alguno lo escandaliza ese descuido para tratar una imagen tan valiosa, agradezcan que al menos no le encargaron la restauración a Cecilia Giménez:


A mí, particularmente, me atrapó la idea de un cuadro perdido, al que fotografían cada año millones de personas -entre ellas, yo mismo, como el caso de la foto que abre esta entrada-. Como la carta robada de Poe, o el escándalo en Bohemia con el que Irene Adler avergonzó a Sherlock Holmes, el mejor lugar para esconder algo es a la vista de todo el mundo.

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