miércoles, 11 de enero de 2017

bitácora de lectura


Hace tres meses, en medio de un viaje a Transilvania (menciono el destino simplemente porque no quiero desaprovechar la oportunidad de comenzar una entrada en el blog con la frase "Hace tres meses, en medio de un viaje a Transilvania...") comencé un pequeño experimento que consiste en dejar registro de mis lecturas en la red social Grandes Libros. En realidad, confieso que hice algo de trampa: no comenté ahí absolutamente todo lo que leí. Y no me refiero al hecho de que, por cuestiones laborales, tengo que leer publicaciones científicas a las que no les cabe la adjudicación de estrellitas, sino que simplemente algunos libros no me gustan. Y, salvo en aquellos casos en los que las razones por las que no disfruto el libro me parecen dignas de ser compartidas para, eventualmente, discutir alguna cuestión que trasciende el dato irrelevante de que a mí, personalmente, no me haya gustado un libro, me parece mucho más interesante compartir lo que se disfruta que contribuir al ya caudaloso torrente de aguas contaminadas de las redes. Aunque, pensándolo bien, semejante celo parece un tanto excesivo y no habría nada de malo en simplemente dejar constancia de las cosas que a mí, personalmente, no terminan de convencerme en un libro.

En cualquier caso, aquí van las doce reseñas publicadas en estos meses, entre el 9 de octubre y el 9 de enero. Cada una lleva un breve título, y la extensión no supera los 500 caracteres habilitados por la aplicación. Los datos de cada libro aparecen al final de la reseña, entre paréntesis.


el árbol de la vida. Con Leñador, Mike Wilson opera un pequeño milagro y crea para el lector algo que es a la vez un desafío y una ofrenda. Un microrrelato de 500 páginas; una variante pagana y terrestre de la atmósfera marítima y bíblica de Moby Dick; una enciclopedia privada que revela hasta qué punto la historia de un hombre es apenas una leve brisa en el torrente de la naturaleza. Uno de esos raros fenómenos literarios en los que una gran novela está a la altura de la ambición de su autor. ✪✪✪✪✪
(Leñador de Mike Wilson, Fiordo 2016)

París y el oído. Circunstancias de la vida académica me llevaron a comprar París y el odio intrigado por la premisa. Terminé maravillado con otras cosas: la estructura de la novela, con sus historias aparentemente distantes pero marchando indefectiblemente al estallido final (recordé The end of the world news de Burgess), y muy especialmente la cadencia de la escritura, una música que continúa sonando aun después de haber terminado la lectura. ✪✪✪✪
(París y el odio de Matías Alinovi, Entropía 2016)

una quijotada. "Ahora que empiezo a ingresar en el centro de mi relato"... escribe el narrador en la página 529, poco antes del final. Difícil juzgar al libro: es genial en esos chispazos en los que deliberadamente hace volar por el aire las convenciones (elipsis caprichosas, apariciones ex machina), pero la sensación general (la mía, se entiende) es la de una obra fallida. Aunque, en rigor, ese es precisamente el tema de la novela: una gesta, épica y ridícula a la vez, en busca de algo que se sabe imposible. ✪✪
(El absoluto de Daniel Guebel, Random House 2016)

fin de semana salvaje. Dos cosas me impactaron en este libro. En primer lugar, las palabras haciendo equilibrio entre la desnudez salvaje de la naturaleza y la no menos salvaje deriva de los pensamientos de los protagonistas. Y sobre todo: la sensación de ambigüedad que envuelve al lector (a mí, al menos) incapaz de decidir si lo que se está leyendo es una alegoría de alguna otra cosa, más urgente y también más inasible, o si simplemente se relata lo único verdaderamente existente, un disparo gratuito y sin sentido. ✪✪✪✪
(Las carnes se asan al aire libre de Oscar Taborda, Mardulce 2016)

la educación sentimental. Las novelas de Bolaño suelen tener un centro de gravedad, una escena que conjuga misterio y poesía y que transforma de un golpe la percepción de los personajes y de la historia. En este caso, la escena transcurre en una escalera, de noche (casi siempre son episodios nocturnos, como la deriva alucinada de Monsieur Pain). Toda la maestría de las novelas por venir está ya anunciada en estas páginas de juventud. /// Los facsímiles incluidos al final parecen fotos tomadas en la escena de un crimen. ✪✪✪
(El espíritu de la ciencia ficción de Roberto Bolaño, Alfaguara 2016)

siete postales vienesas. Más que un libro de cuentos, Pecados menores es una novela coral, una colección de viñetas en la línea de Brecht, Weill o Brueghel. Pero ahí donde ellos describían lo decadente o incluso lo monstruoso, Eva Menasse relata lo insoportablemente cotidiano. Lo mejor del libro es el cuidado en los detalles, su capacidad para ocultar cada pecado en los pliegues de las vidas corrientes de sus personajes. A modo de contraseña, algunos de ellos tienen libros de Thomas Bernhard en sus bibliotecas. ✪✪✪
(Pecados menores de Eva Menasse, Edhasa 2010)

lujo de detalles. Cuentan que la autora era severa al referirse a este libro. Pero, salvo por un par de giros que no logran disimular el paso del tiempo, es difícil compartir ese juicio. Pantalones azules es una novela de pulso casi cinematográfico, con el habitual oído de Sara Gallardo, sutilísimo para captar las inflexiones de la voz de sus personajes. Hay, además, una profusión de pequeños detalles que hacen que las viejas calles de Buenos Aires, con sus luces y sus miserias, cobren vida ante nuestros ojos. ✪✪✪
(Pantalones azules de Sara Gallardo, Fiordo 2016)

in vino veritas. Lo genial de Black out es esto: es un libro que habla del alcohol (y sus excesos), pero no cae nunca en excesos de escritura. Ni glorificación bohemia de la curda, ni regodeo condescendiente en las propias miserias (menos aun en las ajenas). María Moreno habla de sí misma, pero a veces los recuerdos parecen funcionar como coartada para contrabandear retratos de amigos (Miguel Briante, Claudio Uriarte, Charlie Feiling). Como todo libro de memorias, Black out es una conversación con fantasmas. ✪✪✪✪
(Black out de María Moreno, Random House 2016)

suicidios ejemplares. En Koala el montaje es todo. Entre la primera y la última escena transcurren sólo unos meses, pero en su centro el relato estalla en mil pedazos. A partir de una tragedia doméstica y con apenas unos pocos gestos, con algunos nombres que nunca llegan a pronunciarse del todo, el narrador evoca su propio drama familiar, la colonización de Australia y el destino suicida de Heinrich von Kleist como episodios de una única historia acerca de la ambición y el fracaso. ✪✪✪✪
(Koala de Lukas Bärfuss, Adriana Hidalgo 2015)

una fábula de invierno. Riikka Pelo escribe con el oído apoyado en la tierra, atenta a los sonidos de los animales, del río, del viento. La música juega un papel importante, tanto en las canciones infantiles de la protagonista como en los himnos religiosos de la cerrada comunidad rural en la que transcurre la historia. Los cuerpos de tres generaciones de mujeres parecen ser el campo de batalla entre el impulso vital de un paganismo ctónico y el intento por exorcizarlo con rituales de un puritanismo inflexible. ✪✪✪✪
(La portadora del cielo de Riikka Pelo, Fiordo 2014)

la canción de la tierra. Entre la escritura de El maleficio y su publicación tuvieron lugar dos hechos que condicionan la lectura: la Segunda Guerra Mundial y la muerte del autor. Es difícil resistirse a leer está fábula rural como una alegoría del ascenso del nazismo o como un testamento, pero vale la pena hacer el intento. Broch describe un mundo en el que cada imagen, cada idea se transforma en su opuesto, replicando las fases de los ciclos naturales. Su poesía y su violencia son tan actuales como las estaciones. ✪✪✪✪✪
(El maleficio de Hermann Broch, Adriana Hidalgo 2002)

las cuentas del (R)osario. Más que cualquier otra cosa, este es un libro acerca de la posibilidad de un libro. Detrás de la solución de un enigma, de la crónica de un fracaso (familiar, generacional, nacional), de la reconstrucción de una memoria, late una pulsión literaria que aflora en los pliegues del relato: en la obsesiva corrección de los recortes periodísticos de la segunda parte, en la numeración irregular de los sueños de la tercera, en algunos guiños (Bob Dylan, Bolaño) y algunos dardos (Sábato, especialmente). ✪✪✪
(El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia de Patricio Pron, Random House 2011)

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