jueves, 12 de abril de 2012

otro efecto K


Hace tiempo, en una revista llamada Clásica, un artículo de Abel Gilbert hablaba del "efecto K" para referirse a un gran compositor cuyo nombre circulaba por aquellos años como una contraseña: Mauricio Kagel. Hoy, pasado ya el festival que el Teatro Colón le dedicó a su obra en 2006, más la publicación de algunos de sus textos e incluso el estreno de un documental dedicado a su figura, el nombre de Kagel circula en Buenos Aires de manera menos velada. Es cierto, es mucho más sencillo encontrar sus discos en Alemania que en la Argentina, pero al fin de cuentas eso vale para todos los discos en general, y no sólo para los del Mauricio "K". (A propósito, acabo de hacer la prueba de introducir el nombre de Kagel en el buscador de este mismísimo blog, y advierto que fueron unas cuantas las veces en que, directa o tangencialmente, hice referencia a su vida y/u obra. Muchas menos que las que les dediqué a Wagner o a Dylan, es cierto, pero aún así...)

Y aunque en futuras búsquedas esta misma entrada aparecerá como una de esas en las que el nombre de Kagel fue esgrimido, lo cierto es que aquí quería hablar de otra cosa. Una cosa que también empieza con "K". Ocurre que el último número de la revista Gramophone, próxima a cumplir 90 años, dedica su tapa a un curioso ranking: las 50 personalidad es que cambiaron para siempre el mercado discográfico de la música clásica. Digo "curioso" por varias razones: la primera es lo enrevesado de la categoría. No se trata de las 50 personalidades más influyentes de la música clásica en general, sino de aquellas fundamentales para ese universo paralelo dentro del mundo musical que es el circuito de la industria discográfica. Tratándose de una revista que se llama "Gramófono", el asunto no es tan descabellado, aunque, bien mirado, es fundamentalmente un ejercicio de nostalgia: se elabora el ranking en el momento en el que ya nadie habla del futuro de las grabaciones, ni siquiera para ponerlo en duda. Lo que queda, pues, es mirar hacia el pasado.

Y no hay nada de malo en mirar hacia el pasado, a condición de que no sea el único lugar considerado digno de atención para dirigir la mirada. En todo caso, las personalidades que circulan por ese generoso top 50 bien merecido tienen su lugar. En la tapa de la revista, justo a un esperable Herbert von Karajan, aparecen también Maria Callas, Leonard Bernstein, Glenn Gould, Luciano Pavarotti y Martha Argerich. Todos elegidos, según cuenta la revista, por los propios lectores. Independientemente de los gustos de cada uno, la selección es prácticamente indiscutible. Las únicas quejas podrían venir por el lado de las omisiones. De hecho, lo primero que hice al revisar la lista no fue registrar quiénes estaban, sino quiénes faltaban. O, mejor dicho, quiénes faltaban de los que yo creía que tenían que estar.

Pero estaban prácticamente todos: a los rostros de Martha Argerich y Glenn Gould en la tapa, se sumaban en el interior de la revista Claudio Arrau, Maurizio Pollini, Sviatoslav Richter y unos cuantos pianistas más. Por el lado de los cantantes, aparecían dos de los tres tenores, el infaltable Caruso, y dos especialistas en la canción de cámara como Elisabeth Schwartzkopf y Dietrich Fischer-Dieskau. La sorpresa, no porque no lo mereciera, sino porque es una de las pocas artistas en actividad del ranking, es Joyce DiDonato: la mayoría de los integrantes del top 50 de Gramophone, independientemente del instrumento que hayan utilizado en vida, hoy tocan el arpa.

Y ahora sí, finalmente, aquello de lo que quería hablar: Carlos Kleiber. El nombre del director germano/argentino aparece entre los 50 elegidos. Una vez más, no es raro que aparezca: al fin de cuentas, algunas de sus grabaciones están entre las más celebradas de la historia del disco. Lo curioso, lo que hace de Kleiber un caso único, es que sus grabaciones son escasísimas. Se dice por allí que en toda su carrera apenas si llegó a ofrecer 100 conciertos en total, y sus grabaciones son aun más raras. Y a pesar de todas esas cosas, se las arregló para ser votado entre los 50 más importantes.

Lo extraordinario de Kleiber no se agota allí, sin embargo. Ya se sabe que estas listas de grandes nombres, rankings varios, ratings y unos cuantos etc. no dejan de ser cuestiones caprichosas, a las que no tiene sentido exigirles rigor científico. Pero son señales de algo, modestos enigmas que vale la pena intentar desentrañar, aunque más no sea para poner en claro los propios pensamientos. El caso es que en otro ranking elaborado por otra revista británica, la BBC Music Magazine, Carlos Kleiber fue elegido el mejor director de orquesta de todos los tiempos, con la salvedad de que la elección no estuvo en manos de los lectores de la revista, sino de una encuesta realizada entre 100... directores de orquesta. El mes pasado, Tom Service le dedicó a Kleiber una divertida entrada en su blog. Allí se caracteriza a Kleiber del siguiente modo:

[Carlos Kleiber] era la encarnación del recluido y enigmático genio, el maestro que, como alguna vez dijo Herbert von Karajan, sólo dirigía cuando su heladera estaba vacía. Un resumen del mito-Kleiber podría ser el siguiente: era una perfecta máquina de dirigir (...) que casi nunca dirigía; era un genio musical que conocía de memoria todo el repertorio operístico y orquestal, pero que sólo interpretaba en público un puñado de obras; era uno de los músicos más graciosos y comunicativos que jamás existieron, pero jamás dio una entrevista; lo perseguía el fantasma de su padre, el gran director Erich Kleiber; y una vez accedió a dirigir un concierto bajo la condición de que sus honorarios consistieran en el nuevo modelo de Audi A8 con todos los chiches.

El comentario de Tom Service sirve como introducción a la reciente publicación de Corresponding with Carlos: A Biography of Carlos Kleiber de Charles Barber. A propósito: acabo de hacer la prueba de introducir el nombre de Kleiber en este blog y, para mi sorpresa, me encuentro con que nunca lo mencioné antes, a pesar de que algunos de los discos que más veces escuché son los que lo tienen a él en el podio. En cualquier caso, espero que esta sea apenas una primera entrada y que, después de leer Corresponding with Carlos, aparezcan unas cuantas más.

Y, en breve, se vienen los rankings de estudio de noche.

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