viernes, 24 de agosto de 2012

la broma infinita


El más reciente proyecto de Jerry Seinfeld se llama Comedians in Cars Getting Coffee, y se transmite exclusivamente en la web, en forma gratuita. Los episodios se suben los jueves por la noche, y consisten en una edición de no más de quince minutos de lo que, en realidad, fue todo un día de pasear por Nueva York en uno de los autos de colección de Seinfeld (uno distinto en cada episodio) y compartir un café con algún comediante. A diferencia de la serie Seinfeld, que estaba cuidadosamente guionada, este es un verdadero "show acerca de nada", que se puede disfrutar aquí. Cada episodio cuenta, además, con una serie de "spare parts" ["repuestos"], brevísimos fragmentos de conversación que quedaron afuera de la edición final, pero que perfectamente podrían reemplazar algunas de las observaciones que aparecen en el capítulo propiamente dicho.

Hasta ahora, los invitados fueron Larry David, Ricky Gervais, Brian Regan, Alec Baldwin y Joel Hodgson. Los episodios son muy breves y se pueden ver todos en menos de una hora, así que no pretendo describir cada uno de ellos. Sí me interesa llamar la atención acerca de una conversación que aparece en el capítulo de esta noche, co-protagonizado por Joel Hodgson, en la que, además de ofrecer una maravillosa definición del trabajo de comediante ("la persona que percibe la futilidad de todo esfuerzo humano por organizar la vida" sería una traducción libre) hay una interesante reflexión acerca de la pasión actual por todo lo que sea "retro".

La conversación transcurre en un café decorado en el estilo de los años '50. Seinfeld se pregunta por qué existe hoy esa obsesión por mirar hacia atrás: en la arquitectura, en la música, en el cine y la televisión. Independientemente del hecho de que esa mirada retrospectiva existió siempre (pienso rápidamente en la ópera, nacida del esfuerzo por recrear el fenómeno de lo que los florentinos del Renacimiento tardío pensaban que era la tragedia griega), nunca como ahora parece existir esa obsesión no sólo con mirar hacia el pasado, sino además reproducirlo hasta el detalle. Es decir, no se trata de crear algo nuevo a partir de viejos materiales, sino de lisa y llanamente volver a hacer lo que ya había sido hecho. La reciente Rock of Ages, Graduados, y hasta la remake de Los Tres Chiflados y Brigada A caen en una categoría en la que se podrían seguir nombrando infinidad de ejemplos. Seinfeld se pregunta, entonces, por qué no hay tantos intentos por imaginar el futuro.

La respuesta de Hodgson es brevísima y reveladora. "Porque cuando miramos hacia atrás", apunta, "sabemos lo que tenemos que decir y lo que vamos a escuchar. Del futuro no sabemos nada." La conversación deriva después hacia lo ridículo que suena el aire que se escapa de una botella de ketchup semivacía, y ese momento de aparente profundidad desaparece como si no hubiera existido. Pero existió.

Lo que uno percibe en esa ráfaga de sinceridad es el miedo.

Uno de los pasajes que más recuerdo de Las cuestiones de Nicolás Casullo es el que le dedica a la idea de revolución como algo que, por primera vez en la historia, no está puesto delante, como un posible aunque utópico destino, sino en el pasado, como un impulso que terminó en fracaso. Hoy, parece que hasta los revolucionarios tienen que mirar hacia atrás. El fin de la historia y todas esas poses absurdas disfrazadas de posmodernismo superador son apenas una fachada para que no se note, detrás, la mueca de espanto. De ahí que se diga que el sentido común es, por definición, conservador. No es que no exista nada nuevo, sino que tenemos terror de no reconocerlo cuando lo tengamos enfrente. Tampoco descarto la posibilidad de que exista el miedo a que finalmente se lo encuentre.

O puede que se trate todo de un chiste, y todas esas cámaras cada vez menos ocultas sean parte de la broma.

No hay comentarios: