Se anunció la temporada 2010 del Teatro Argentino de La Plata. Mi trabajo como editor de la revista del Teatro me obliga a obviar mayores comentarios al respecto, que podrían considerarse sesgados y dictados por el mero interés.
Pero también se anunció la temporada 2010 del Teatro Colón y, ahí sí, nada me impide dejar caer algún que otro comentario. Que, sin duda, alguno calificará de igualmente sesgado, en tanto alguna vez fui editor de la revista de ese teatro. O sea que estos comentarios estarían dictados por el resentimiento, en el mejor de los casos.
En el peor de los casos, todo lo dicho aquí sería cierto.
Para mí, lo mejor del PDF informativo que está circulando es la imagen de presentación de la temporada. Algo ha dicho ya al respecto Abel Gilbert en el blog de Martín Liut, y poco hay que agregar a esas observaciones, o las de Diego Fischerman esta mañana en Página/12. Pero digamos que los señores empelucados espiando a través del telón delatan una cierta forma de ver las cosas. O de no verlas.
O sea, que nada hay que objetar a la presencia de nombres como los de András Schiff, Nelson Freire, Daniel Barenboim, y otros... Y ni siquiera es cuestión de caer en la sospecha -de cualquier modo justificada, dada la historia reciente del Teatro y de la Ciudad que lo alberga- acerca de si finalmente tendrán lugar cada una de las 183 funciones que se anuncian. Supongamos que sí. Que la Orquesta de La Scala ofrece su versión de concierto de Aída y que Schiff arremete con el Emperador de Beethoven junto a la Filarmónica.
Y todo lo demás también.
¿Por qué, de pronto, ese big bang? ¿Cuál es el secreto hilo que va de la celebración del centenario de la sala en 2008, triste y solitaria, a este anuncio de pelucas blancas y promesas de grandes glorias? Me animo a pensar que, entre uno y otro extremo, no cambió nada. Que las pelucas, como bien señala Abel, son una clara manifestación del simulacro. Que las palabras del Jefe de Gobierno en el folleto, en las que la palabra "cultura" es mencionada al menos una vez en cada párrafo, van en esa misma dirección: una lógica de gestos y ademanes. Y atrás del telón, nada.
Ahí están, por caso, los títulos para los conciertos de la Filarmónica. Una temporada New Age, con títulos como "De reinos lejanos", "Auroras boreales", "Camino a la cumbre", "Murmullos del futuro", "Música de las estrellas", "Flemáticos apasionados"... Nombres intercambiables. Significantes vacíos.
Va a estar bueno.
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