martes, 27 de julio de 2010

band of brothers


Una de las ventajas de los blogs respecto de los medios gráficos es que uno puede tomarse ciertas libertades con el lenguaje que en una página impresa (o en una pantalla, pero con un logo corporativo en el marco superior) podrían ser vistas como acabadas muestras del mal gusto del cronista. Ahora recuerdo una entrada motivada por la muerte de David Foster Wallace hace un par de años, en la que me atrevía a sugerir que el autor de Infinite Jest no podía ser un fan de la serie Lost si decidió suicidarse antes de saber cómo terminaba ese asunto de la isla. Aunque ahora, terminada la serie, no puedo dejar de imaginarme a Wallace sonriendo en su tumba, burlándose de todos los que hace un par de meses, pegados a la pantalla de la tele, nos sentimos los destinatarios de una broma infinita y advertimos que seguir durante seis años una serie de televisión era algo supuestamente divertido que nunca volveríamos a hacer.

Ahora, el destinatario del obituario debería ser el tenor inglés Anthony Rolfe-Johnson, un cantante que, durante muchos años, fue -para mí y para muchos de mi generación- la voz de las cantatas de Bach. Para otros fue también la voz de las óperas de Britten, pero ahí yo llegué tarde y con otras referencias: el histórico Peter Pears o, más acá, el Ian Bostridge dirigido por Daniel Harding.

Pero mientras recibía la noticia de la muerte del cantante inglés, mi control remoto me llevó hacia otro músico inglés que no sólo no murió, sino que, vivito y coleando, lleva adelante un programa insoslayable para cualquiera con un mínimo de curiosidad musical. Y es cierto, la autorreferencialidad del programa de Elvis Costello -que ya desde su título de Spectacle se hace cargo de la boutade de Los Simpsons: su personalidad se reduce a sus inconfundibles anteojos- por momentos cansa. Pero sus invitados (de Herbie Hancock a los tres agentes de The Police, juntos y por separado, pasando por Elton John y Levon "The Band" Helm) y las conversaciones plagadas de una trivia musical inagotable hacen que el programa resulte adictivo.

Y yo caí justo en el final del programa en el que coincidían Renée Fleming, Rufus Wainwright y su madre Kate McGarrigle, y juntos hacían "The Scarlet Tide" del propio Costello y T-Bone Burnett. Una de esas canciones que funcionan como un himno de despedida, como la canción perfecta para musicalizar la escena del funeral de cualquier biopic de un músico country & western. Y no sé si funcionaría como homenaje a Anthony Rolfe-Johnson -aunque la presencia de Renée Fleming podría servir de intermediario con el mundo de la ópera, sobre todo con un Rufus Wainwright que, cada vez más, coquetea con el género-, pero seguro sirve como homenaje a Kate McGarrigle, fallecida a comienzos de este año. Un capítulo que se cierra en la saga de la familia Wainwright, otro de esos clanes disfuncionales de la música popular norteamericana, como los Carter, como los Allman. Una familia muy normal.

Y ya que estamos, pienso en T-Bone Burnett y su reciente Oscar por "The weary kind", una de las canciones que atraviesan Crazy Heart, la película en la que Jeff Bridges interpreta a un cantante country en las últimas, un personaje que no desentonaría en un relato de David Foster Wallace. T-Bone Burnett, compañero de ruta de Dylan en la época de la Rolling Thunder Revue, parece haber comprendido como nadie el secreto de esas canciones que se escriben hoy, pero que suenan como ayer y que se van a seguir escuchando siempre. Canciones para esos viajes en una ruta hacia cualquier parte, grabadas por una orquesta de bodas y funerales.

Canciones para descansar en paz cuando uno está cansado.

Canciones que dan fuerza para levantarse y seguir andando.

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