viernes, 30 de julio de 2010

la más maravillosa música


Una vez más, comentar un espectáculo del Teatro Argentino me obliga a mantener cierto recato y una mínima cuota de pudor, actitudes casi incompatibles con la actividad bloggera. Serían ya dos entradas en un mes dedicadas a experiencias platenses, pero totalmente justificadas por lo singular de esas experiencias. O sea, que tengo ganas de hablar de esto, así que ténganme paciencia.

Y es difícil, en una entrada como esta, resistirse a la tentación de utilizar todos los recursos retóricos nac&pop disponibles. Gustavo Tambascio se animó a una puesta del Giulio Cesare in Egitto de Handel históricamente informada: danzas, vestuario y gestualidad barrocas, en pleno cementerio de la Recoleta y con un segundo acto dominado por la figura de Eva Perón, desdoblada en su imagen más espiritual (Cleopatra) y la combativa/montonera (Giulio Cesare). El hecho maldito del Delta del Nilo.

Paula Almerares se lució en la construcción de un personaje que atraviesa un arco dramático extraordinario, desde la frivolidad de su primera entrada en el primer acto, hasta la impresionante aria di tempesta del tercero, pasando por un segundo acto en el que ocupa el centro de gravedad de la ópera, el aria "Se pietà di me non senti". Lo conmovedor del pasaje no es sólo el extraordinario desempeño vocal de la soprano, sino especialmente la construcción dramática de una escena en la que la fragilidad de Cleopatra/Eva es visualmente impactante, con una sobriedad en los gestos que hacen de ese momento uno de los más logrados de la ópera. Handel cumple, Almerares dignifica.

Un párrafo aparte para el Ptolomeo/Juancito Duarte de Flavio Oliver. Cualquiera sabe que en las historias de héroes, el villano es siempre el personaje más interesante. Y este Ptolomeo no fue la excepción. Una mención especial para el figurante que hace las veces de (¡por fin! creo que es la primera vez que escribo "hace las veces de" en el blog) un joven David Viñas, acercándole la urna a una Cleopatra desfalleciente. Aquí es donde falla el historicismo de Tambascio: que sepamos, el voto femenino no estaba permitido en el antiguo Egipto.

Y no hablo más porque no es cuestión de hacer la crítica profesional de un espectáculo producido por un teatro al que estoy laboralmente vinculado. Pero es que es tan difícil asistir a una ópera de cuatro horas y no sentir el paso del tiempo, que me parecía una buena idea compartir el entusiasmo y recomendar que la vean y la escuchen. No faltarán las bienvenidas polémicas que acompañan a estas producciones, y me pregunto si se podrá hablar de gorilismo musical para ciertos críticos siempre dispuestos a una revolución libertadora para preservar la pureza de la ópera. En fin, esos son los que escriben "Viva el áspid" en las paredes de las pirámides.

Agenden pues: el domingo se despide esta producción de Giulio Cesare. Pero seguramente volverá y será millones.

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