lunes, 23 de agosto de 2010
boulez-vous...?
La imagen fue tomada hace unos pocos minutos, en Corrientes y Esmeralda. Lunes, 8 AM. Una multitud se congregaba a las puertas del teatro Gran Rex. Algunos, los primeros de la fila, con señales de haber pasado una noche a la intemperie, sólo por asegurarse una entrada a un concierto que promete ser inolvidable.
Es que no todos los días un director como Daniel Barenboim se anima a programar, como única obra de un concierto gratuito, un mediodía, en la ciudad de Buenos Aires, una obra como Dérive 2 de Pierre Boulez. En un reportaje, Barenboim reconoció que se trata de una obra especialmente querida por él. Él, precisamente, que con varias temporadas junto al Ensamble InterContemporain conoció de primerísima mano las composiciones de una de las personalidades insoslayables de la música del último medio siglo.
Y esta entrada, originalmente, iba a ser sobre Barenboim, pero ahora no, porque mucho se ha dicho ya de Barenboim en los medios locales y mucho más se seguirá diciendo. Así que vuelvo a la imagen de esta mañana en el Gran Rex. Y un amigo me dice, no sin cierto cinismo, que le encantaría ver las caras de, por lo menos, la mitad de los que pasaron la noche haciendo la cola por una entrada cuando Dérive 2 haya superado largamente la media hora y siga, siga, siga siguiendo y tantos y tantas entre los presentes se sientan tan pero tan a la deriva. Y cuando, como fue hasta ahora la costumbre en los conciertos de la WEDO (¡ah, esas siglas que tan bien sintonizan con el Zeitgeist!), no haya bises después del crescendo final y ni la Danza húngara N° 5 ofrezca el consuelo de una que sepamos todos.
Pero yo no le creo a mi amigo. O, mejor dicho, le digo que sí, que es probable que mucha gente haya corrido a buscar su entrada por el magnetismo de Barenboim, por el hecho más que afortunado de que, de regreso en suelo argentino, la WEDO haya decidido hacer una seguidilla de conciertos de enorme convocatoria, casi deseando que nadie se quede afuera. Que muchos probablemente ni se hayan preocupado por averiguar qué van a tocar este martes o que, sencillamente, esperen escuchar lo mismo que se vio el otro día en la 9 de Julio y que pudo seguirse por TV. Es más, hasta le puedo reconocer que más de uno se sienta defraudado por la elección del repertorio. Pero también: ¿por qué deberíamos esperar que un concierto gratuito incluya invariablemente en el programa una obertura de Rossini y la marcha triunfal de Aida?
Le reconozco también a mi amigo -al fin de cuentas, tampoco me quiero privar de mi propia cuota de cinismo- que difícilmente el amigo Montero, por citar un caso, habría hablado de "la más alta expresión de la cultura" o de "remedio a la banalidad" en su columna del domingo pasado, si Dérive 2 hubiese reemplazado a la Quinta sinfonía de Beethoven en el concierto en la 9 de Julio. Le reconozco, también, que otros queridos amigos estarán un tanto ofuscados al reparar en que, cada vez que ellos programan obras de Boulez en los conciertos que organizan contra viento y marea, no sólo un público multitudinario no se agolpa por una entrada al punto de someterse a la prueba de dormir a la intemperie, sino que los pocos que asisten eligen el momento del concierto, precisamente, para dormir. En fin, c'est la vie...
Pero, aún así, me encanta el gesto de programar Dérives 2 en el ciclo de conciertos gratuitos del Mozarteum. Y me encanta que la sala esté llena. Y me animo a ecribir esto antes del concierto, porque hablar después será más fácil, como esos periodistas deportivos que, después del partido, aseguran que ellos ya se habían visto venir la derrota, pero no dijeron nada para que no se los tildara de contras. Así que me animo a pronosticar la derrota del cinismo de mi amigo. Ojo: no pretendo sugerir que la semana próxima se agoten los discos de Boulez que juntan polvo en las pocas disquerías en que se consiguen... Pero no sé hasta qué punto no quedará demostrado, una vez más, que la frase "no sé nada de música" no quiere decir mucho cuando se la contrasta con las ganas de disfrutarla.
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