sábado, 28 de mayo de 2011

aparezca aquí


El nombre de Nacho Vegas empieza a circular con creciente frecuencia en Buenos Aires y eso es una buena noticia. La semana pasada, Mariana Enríquez comentó en el suplemento Radar de Página/12 su último disco, La zona sucia. Y hoy, en la revista Ñ, se incluye una extensa entrevista de Lucas Garofalo al asturiano y un recuadrito con la crítica del disco a cargo de Mauro Libertella. Lo curioso es que los dos textos de Ñ comienzan prácticamente del mismo modo, recordando la noche improbable y extraña en la que Nacho Vegas cantó en el Harrod's de la esquina de Córdoba y San Martín.

No es una crítica a los compañeros de Ñ. Al contrario: yo habría hecho lo mismo. Es más: voy a hacer lo mismo, aquí y ahora. Era de noche, un 6 de abril de 2007. Empezaba a hacer frío en Buenos Aires y Nacho Vegas actuaba casi de incógnito en el marco del BAFICI. Digo casi de incógnito porque éramos muy pocos en Harrod's, y porque, intuyo, aun los que ya habíamos escuchado su música teníamos la sensación de que aquello era más una anomalía que un recital. Acaso exagero. El caso es que acababa de separarme. El dato autobiográfico viene a cuento porque si hay un cantante capaz de alimentar el costado más oscuro de eso que, para entendernos, podemos seguir llamando "amor", ese cantante es Nacho Vegas. Así que fue una noche para el recuerdo o para el suicidio (en sentido figurado, desde ya), una noche como la que en el disco Desaparezca aquí, que por entonces se promocionaba en voz baja, se definía como "La noche más larga del año".

Y ahora que lo pienso, supe de Desaparezca aquí gracias a otra nota de Mariana Enríquez en Radar, supongo que mencionando alguna influencia dylaniana que me llevó a comprar el disco y no dejar de escucharlo. Y a buscar otros discos de Nacho Vegas y a sorprenderme cuando salió El manifiesto desastre, ese disco que para muchos no es gran cosa pero que para mí es una genialidad de principio a fin. Un descenso a los infiernos tan pero tan asfixiante que uno no puede sino disfrutarlo, como esa bocanada de aire atolondrada que respiramos después de pasar una temporada debajo del agua. Y ahora sale La zona sucia y confieso que al escucharlo por primera vez me sentí ligeramente traicionado: no más impulsos suicidas, no más cucharas y jeringas, no más "Morir o matar", "El tercer día" o esa joya que es "Dry Martini S.A." y que no habla precisamente de una sociedad anónima. La zona sucia tiene esperanza y uno, que tiende a caer en el vicio moderno de confundir la música con la autobiografía, esperaba otra cosa del nuevo disco de Nacho Vegas. Pero eso no es culpa de Nacho, que hizo un disco genial, como genial era, también, ese disco doble en colaboración con Enrique Bunbury que lleva el título algo kitsch de El tiempo de las cerezas (ecos del Calamaro de El palacio de las flores) y que hoy suena mucho mejor que cuando apareció en 2006. Al menos para mí.

Y revisando los archivos del blog encontré que ya desde la primera temporada de estudio de noche se menciona a Nacho Vegas, y que, cada vez que aparece, unas líneas más arriba o más abajo aparece mencionado Bob Dylan, acaso el que más sabe de eso de editar discos que dejan descolocados al que los escucha pensando que ya sabe lo que va a encontrar adentro. No es casualidad, si se piensa que, el pasado martes, el propio Nacho estuvo festejando el cumpleaños de Mr. Zimmermann en Madrid junto a Christina Rosenvinge y ese otro self ordained professor y autoridad dylanita que es Rodrigo Fresán. Lo imagino a RF sonriendo cuando NV hace rimar "esconde" con Blonde on Blonde en "Detener el tiempo", acaso el único de los manifiestos de El manifiesto desastre que destila una cuota de esperanza, cortesía de "libros y canciones". Libros como los de Rodrigo Fresán, por ejemplo. Canciones como las de Nacho Vegas.

Y esperemos que, mientras España empieza a convertirse en un manifiesto desastre, Nacho Vegas aparezca aquí pronto, nuevamente, para dar uno o varios recitales en la zona sucia de Buenos Aires. Allí estaremos, juntos o separados. Vale.

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