Podría hablar (y supongo que lo haré en próximas entradas) de la influencia griega en toda la península salentina. De Gallipoli (kalé pólis) y las playas increíbles del Mar Jonio. Pero ocurre que llegué a Lecce gracias a la filosofía, y no pude dejar de pensar en un texto como la Ética nicomaquea de Aristóteles, en los esfuerzos del estagirita para definir qué es la felicidad.

Pienso todo esto mientras doy unas brazadas en el Mediterráneo, a las tres de la mañana en una noche de luna llena, riéndome como un loco, como un niño desnudo, como un idiota.
En una semana empiezan las clases.
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