domingo, 6 de septiembre de 2009

nightswimming

Podría hablar del Salento, del barocco leccese que es un estilo en sí mismo, familiar y extraño a la vez. Podría hablar de Tito Schipa, de la tumba en la que los melómanos de la zona dejan flores y fotos. De la tierra roja, de las costumbres, de la gente, del reparador pisolino en una tarde de verano. De la música de la Puglia (música pugliese, en el sentido original de la palabra). O incluso del Calcio y el equipo de la ciudad que este año vuelve a competir en la serie B esperando volver a las grandes ligas.

Podría hablar (y supongo que lo haré en próximas entradas) de la influencia griega en toda la península salentina. De Gallipoli (kalé pólis) y las playas increíbles del Mar Jonio. Pero ocurre que llegué a Lecce gracias a la filosofía, y no pude dejar de pensar en un texto como la Ética nicomaquea de Aristóteles, en los esfuerzos del estagirita para definir qué es la felicidad.




Pienso todo esto mientras doy unas brazadas en el Mediterráneo, a las tres de la mañana en una noche de luna llena, riéndome como un loco, como un niño desnudo, como un idiota.

En una semana empiezan las clases.

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