jueves, 2 de diciembre de 2010

huele a espíritu adolescente


Ya se dijo muchas veces, pero no está de más recordarlo: si hay un lugar en el que no es necesario pedir perdón por un exceso de autorreferencialidad, ese lugar es un blog. Así que aquí voy, y aquí vamos:

No es que me quiera mandar la parte, pero en los lejanos tiempos en los que trabajé como editor responsable de la Revista Teatro Colón, tuvieron lugar algunas cosas de las que me siento particularmente orgulloso. Entre ellas, convocar a Osvaldo Bayer para la reivindicación del anarquista Severino Di Giovanni, encarcelado en 1925 por protagonizar una protesta contra una función filo-fascista en el Colón -y si alguno se apresura a señalar la coincidencia entre el efervescente pasado y el tumultuoso presente del Colón, me apresuro yo mismo a señalar, también, la diferencia entre aquellos manifestantes y los de la actualidad, para ser justos-, o también a Sandra Russo, para poner el ojo en la curiosa ambigüedad de las heroínas de las óperas del siglo XIX -y que conste que eran épocas en las que 6-7-8 ni siquiera era un embrión de idea en las mentes de los responsables de la TV pública.

Digo que me siento particularmente orgulloso porque, aunque módico, un mínimo escandalete se suscitó a partir del aparente "zurdaje" que había aterrizado en las exclusivas páginas de la revista del Colón, con tanta publicidad de Rolex dando vuelta. Años más tarde, ya en el Teatro Argentino de La Plata, la intención es más o menos la misma: generar aunque sea un mínimo de incomodidad en un discurso tradicionalmente chato -con las excepciones del caso, desde ya- como es el de la crítica musical en la Argentina. Y no: no es que el título 51-9-10 aluda a algún tipo de producto derivado de 6-7-8. De hecho, ya no escribe Sandra Russo, no lo entrevistamos a Víctor Hugo y a la señora Legrand la revista le parece "excelente". Ja.

Pero bueno, algo de incomodidad siempre se genera, y allí está la reciente publicación de Gustavo Otero en MundoClásico.com para dar cuenta de ello. Transcribo solamente el párrafo dedicado a la revista:

Quizás uno de los puntos negativos sea la escasa diversidad de opiniones con que cuenta la Revista del Teatro y dentro de ella el jalón más bajo se da en las adolescentes notas de su editor, denostando en cada número al público tradicional de ópera, a los críticos y, cuando puede, a los abogados.

Al respecto, un par de precisiones:

- la "escasa diversidad de opiniones" a la que se alude es lo que los periodistas suelen llamar "línea editorial": la Revista es concebida como una unidad con una relativa coherencia, lo cual automáticamente excluye ciertas miradas para privilegiar otras -esas otras, dicho sea de paso, tienen sus propios canales para ser expresadas: la diversidad no nos prescribe a todos opinar todo, sino a cada uno opinar lo suyo;

- la crítica al público tradicional de ópera, a los críticos y a los abogados no es producto de una inquina personal. De hecho, que el propio Otero pueda caer ocasionalmente en las tres categorías es, supongo, pura coincidencia. Por caso, la última nota publicada con mi firma en la revista repasa el caso, comentado aquí, de Donald Rosenberg: o sea, un crítico expulsado del medio en el que escribía por un conflicto de intereses. Un tema que, tal como sugería la nota, pretendía ser el disparador de una discusión acerca de las prácticas actuales de la crítica musical. Si un lector, que además trabaja como crítico, extrae como única conclusión del asunto que el que firma la nota tiene un problema con los abogados... bueno, la discusión se posterga hasta nuevo aviso;

- esta va gratis, consejo de editor a una pluma poco entrenada: el ninguneo es un arte sutil, y se practica con ciertas reglas. Por lo general, el medio de menor prestigio es el que debe elegir al de mayor trayectoria para, como se suele decir en estos casos, "agrandarse" midiéndose con quien ostenta el cartel más vistoso. Así, podría haberse esperado que una revista nueva y de escasa tirada como 51-9-10 critique a la tradicional Revista Teatro Colón, en la que escribe Otero. El movimiento inverso está contraindicado: le da visibilidad a quien, en principio, no la tiene, o la tiene en menor grado. A menos que, como ya señalaba Tomás de Aquino en su Summa Theologiae, se trate de un caso de invidia: ahí si, contrario a lo que suele creerse, es el que está más arriba el que se siente amenazado por el que sube. Una rápida comparación entre las dos revistas, en cualquier caso, podría aclarar este dilema...

- lo mismo vale para la supuesta batalla generacional que sugiere el vocablo "adolescente": usualmente, son las generaciones más jóvenes las que necesitan atacar a sus mayores, como una afirmación de su propia identidad. Por otra parte, la batalla generacional suelen ganarla los más jóvenes, casi por una cuestión cronológica: aunque en casos particulares pueda suceder a la inversa, por lo general los más viejos mueren primero. Si, por el contrario, son los mayores los que se lanzan a criticar a los adolescentes, sencillamente quedan encasillados en la categoría de "carcamanes", por utilizar un vocablo ligero, casi paternalista.

Me quedo con Tom Waits, entonces: si 51-9-10 es una revista adolescente, I don't wanna grow up.

2 comentarios:

diego fischerman dijo...

De los críticos no hablaré, porque no los conozco. De los adolescentes no hablaré, porque los conozco. Y de los abogados, sólo queda recordar aquel proyecto de utilizarlos en lugar de ratas, en las investigaciones de laboratorio, por tres motivos:
1- Ls ratas podrían llegar a extinguirse.
2- Uno podría encariñarse con las ratas.
3- Hay cosas que las ratas se niegan a hacer.

sandrina dijo...

Bravo continua così