Me apuro a señalar, para que nadie crea que sólo hablo de mis colegas de Ñ para criticarlos, que en el número de esta semana también es posible encontrar una de las entrevistas más interesantes que se publicaron en sus páginas en los últimos meses. Y sí, es sobre música. Lamentablemente, no se puede leer en la edición online de la revista -por alguna razón, los responsables de la selección optaron por cosas como esta-, pero vale la pena acercarse al kiosco y leerla. Allí, Simon Reynolds, historiador, crítico de rock y serial blogger, comenta el recientemente aparecido en castellano Después del rock. Psicodelia, postpunk, electrónica y otras revoluciones inconclusas. Casi al final, aporta una reflexión más que interesante, que puede leerse como perfecto complemento de esa otra, cortesía de Dave Hickey, que hace unos meses fue posteada en este mismísimo blog, o aquella otra, inspirada en Agamben y Benjamin, también sugerida aquí. Dice Reynolds:
La palabra que prefiero usar [para la labor del crítico] es evangelización, en el sentido de que el escritor es un creyente que está evangelizando sobre la música que piensa que es mejor que otra música que recibe mucha atención y tiempo de escucha. Cree que la música que valora enriquecerá la vida de los lectores, que puede expandir sus horizontes y estirar sus gustos, pero que puede ser simplemente un sacudón de energía o un destello de belleza. En la base de cualquier buen texto musical está siempre la exhortación: "Tenés que escuchar esto", o la intimación: "No te aburrirás escuchándolo". Hay algún tipo de urgencia moral en ello, en el sentido de que la vida es breve y el tiempo derrochado en cosas que no valen la pena es una pérdida terrible.
Al final, nomás, eran ciertos esos versos de un célebre himno de estadios: "God gave rock and roll to you / and put it in the soul of everyone".
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