Hace ya un par de temporadas que me ronda la idea de invitar otras plumas para engalanar el blog. Así que, sin mayores preámbulos, en este emotivo acto, doy por inaugurada la flamante sección "cuarto de invitados". En este caso, con una colaboración de mi hermana en la vida y colega en la Universidad de Filosofía y Letras, Aldana FW. La era del nepotismo blogger llega a estudio de noche. ¡Salud!
Cuando retomé ayer mis lecturas acerca de Sarmiento, la nación, el desierto, la civilización y la barbarie (cortesía de la Sarlo de los años '80) no pude más que recordar las noticias policiales de los últimos días; de un lado, el supuesto asesinato de una beba en la localidad de Ayacucho, del otro, el asesinato de las dos turistas francesas en Salta.
Lo primero que vino a mi mente cuando los medios críticos de los medios salieron a desenmascarar las operaciones hechas con claros objetivos políticos desestabilizadores, fue el relato de Fuenteovejuna. Rápidamente comenté con mis amigas de Letras esta asociación (sabía que no se ajustaba al argumento, pero podía ver los elementos del clásico literario reordenados como un anagrama en los eventos reales) acerca de qué les parecía esta comparación, a lo cual una respondió, atinadamente y confirmando mis sospechas, que si bien en ambas se veía una farsa, la de Lope de Vega era una justiciera, dado que el comendador era atacado por los habitantes de Fuenteovejuna por ser, y cito, “un reverendo hijo de puta”. En Ayacucho, por el contrario, los grandes medios fogonearon una pueblada contra un “comendador” que de nada era responsable ya que el asesinato nunca había tenido lugar. Antes de proseguir la divagación creo que también debería señalar que, si bien no hubo asesinato, sí hubo una trágica muerte, que lejos de lamentar, esos mismos medios utilizaron para sacar un rédito político.
El otro acontecimiento policial de la semana fue la muerte de las turistas francesas. Nuevamente, lejos de querer informar, lejos de querer alertar o lamentar, los medios hicieron otra operación, y aquí es donde entra Sarmiento (también me pregunto que opinaría Rousseau sobre esto, pero no tengo mucho para decir). El tópico central de la obra de uno de nuestros más prolíficos intelectuales es la dicotomía entre “civilización” y “barbarie”. Un considerable porcentaje de su obra se encarga de analizar este problema –que luego el célebre historiador de Berkeley, Halperin Donghi, identificará como “la creación de una nación en el desierto”– llegando a alcanzar, en ciertos pasajes (“en las provincias viven animales bípedos de tan perversa condición que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor”, le escribió a Mitre en 1863), ribetes Capusotescos.
Lo que quiero recordar y remarcar aquí es el análisis que hace tanto Sarmiento como el resto de los intelectuales del siglo XIX de la vida política, social y cultural de Argentina después de Mayo. ¿Qué es la barbarie? El desierto, el campo, lo indígena. La civilización, por el contrario, está en la ciudad. ¿Cuál es el modelo? Europa. Para Sarmiento, también los Estados Unidos (se le adelantó a Pomelo en eso de “es hora de que seamos lo que todo argentino quiere ser: ¡un norteamericano!”). Dado que es mi tema de investigación (convenientemente) podría escribir un ensayo de 100 páginas; pero lo que me interesa destacar es esto: seguimos pensando como en el siglo XIX. Nuestro faro es Europa, nuestro modelo es Francia, otra vez. Es muy significativo que dos turistas francesas, parisinas, de “la ciudad luz” hayan encontrado su muerte perdidas en una provincia del interior de un país latinoamericano. Aquí se halla en todo su esplendor el tópico barbarie vs. civilización. Y todos los imbéciles obsecuentes de siempre, entrevistando a los medios europeos casi como pidiendo perdón por ser tan salvajes, tan incultos y retrasados.
Lo mismo con las noticias de Londres. ¿Sabrá esta gente lo que es el capitalismo? ¿Sabrán que Inglaterra fue la cuna del capitalismo, que en sus fábricas morían niños sobreexplotados, que es también, por consecuencia lógica, la cuna del movimiento obrero? ¿Deberíamos repartir ejemplares gratuitos del capítulo 24 de El capital? ¿Qué país están mirando? Se quedaron en el siglo XIX y, lo que es más triste, todo nuestro imaginario social se quedó en el siglo XIX, con complejo de inferioridad y admirando los países del norte, mientras esos mismos países se hunden en su propia desgracia.
Mucha gente pregunta por qué se sigue hablando de la dictadura cuando eso “ya pasó” (son los mismos giles que me preguntan por qué a los chicos les va mal en Historia si es como “un cuentito”; bueno, vaya cuentito...). Y yo me pregunto cómo no deberíamos hablar de la dictadura, y de más atrás también, dado que seguimos analizando la actualidad con el mismo prisma de hace 150 años.
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