Mercedes dice que Agamben nunca pudo sustraerse a la atracción gravitacional que la obra de Walter Benjamin ejerció sobre su pensamiento. Bueno, no lo dijo así, pero así lo traduje en mi cabeza y así lo recordé cuando encontré arriba de la mesa un librito con el sugestivo título de Ombre corte y que no es otra cosa que el volumen 5 de la edición italiana de la obra completa de Benjamin que Agamben editó en Einaudi en los ’90. Agambenjamin.
Ombre corte reúne los escritos de los años 1928-1929 y, entre otras virtudes, posee la de empezar con una frase extraordinaria, de esas que tranquilamente podrían figurar en las antologías de grandes comienzos que de un tiempo a esta parte vienen auspiciando las revistas literarias:
Hay un sueño que tuve hace tres o cuatro días y que desde entonces no me abandona.
Pensé en los sueños de Adorno y en cómo sería la edición de una antología onírica de la Escuela de Frankfurt. Ignoro si existe un registro de los sueños de Horkheimer, pero le voy a preguntar a Pablo Gianera... En cualquier caso, Ombre corte está compuesto, en su mayoría, por artículos publicados por Benjamin en diarios y revistas. Pero incluye, además, un apéndice con apuntes y fragmentos encontrados en cuadernos. Y no es que tenga especial predilección por los cuadernos de apuntes o crea que en un escolio marginal se puede encontrar la clave para descifrar una obra, pero en todo caso hay, entre esos fragmentos, algunos que, por mínima que pueda ser, arrojan una luz sobre el autor y, a veces, sobre toda una época. Sobre todo si el autor es Walter Benjamin.
Por ejemplo:
Todo está pensado [Gedacht ist alles]. Es importante mantenerse cerca de estos pequeños pensamientos, tan numerosos. Pernoctar en un pensamiento. Si pasé una noche en el interior de un pensamiento, sé algo de él que ni siquiera su constructor había imaginado.
O este otro, escrito en la Piazza del Duomo de Siena el 28 de julio de 1929:
El rito enseña: la Iglesia no fue edificada gracias a la superación del amor entre el hombre y la mujer, sino del amor homosexual. El hecho de que el sacerdote no lleve a su cama a los niños del coro – he ahí el milagro de la misa.
Otro italiano que tampoco pudo sustraerse a la fascinación de Benjamin es Alessandro Baricco, que hace poco lo describió con palabras de admiración y asombro:
[Benjamin] era el genio absoluto de un arte muy particular que alguna vez se llamó profecía, y que ahora sería más apropiado definir como el arte de descifrar las mutaciones un segundo antes de que ocurran.
Lo hizo, muy apropiadamente, en las páginas de un diario.
Ombre corte reúne los escritos de los años 1928-1929 y, entre otras virtudes, posee la de empezar con una frase extraordinaria, de esas que tranquilamente podrían figurar en las antologías de grandes comienzos que de un tiempo a esta parte vienen auspiciando las revistas literarias:
Hay un sueño que tuve hace tres o cuatro días y que desde entonces no me abandona.
Pensé en los sueños de Adorno y en cómo sería la edición de una antología onírica de la Escuela de Frankfurt. Ignoro si existe un registro de los sueños de Horkheimer, pero le voy a preguntar a Pablo Gianera... En cualquier caso, Ombre corte está compuesto, en su mayoría, por artículos publicados por Benjamin en diarios y revistas. Pero incluye, además, un apéndice con apuntes y fragmentos encontrados en cuadernos. Y no es que tenga especial predilección por los cuadernos de apuntes o crea que en un escolio marginal se puede encontrar la clave para descifrar una obra, pero en todo caso hay, entre esos fragmentos, algunos que, por mínima que pueda ser, arrojan una luz sobre el autor y, a veces, sobre toda una época. Sobre todo si el autor es Walter Benjamin.
Por ejemplo:
Todo está pensado [Gedacht ist alles]. Es importante mantenerse cerca de estos pequeños pensamientos, tan numerosos. Pernoctar en un pensamiento. Si pasé una noche en el interior de un pensamiento, sé algo de él que ni siquiera su constructor había imaginado.
O este otro, escrito en la Piazza del Duomo de Siena el 28 de julio de 1929:
El rito enseña: la Iglesia no fue edificada gracias a la superación del amor entre el hombre y la mujer, sino del amor homosexual. El hecho de que el sacerdote no lleve a su cama a los niños del coro – he ahí el milagro de la misa.
Otro italiano que tampoco pudo sustraerse a la fascinación de Benjamin es Alessandro Baricco, que hace poco lo describió con palabras de admiración y asombro:
[Benjamin] era el genio absoluto de un arte muy particular que alguna vez se llamó profecía, y que ahora sería más apropiado definir como el arte de descifrar las mutaciones un segundo antes de que ocurran.
Lo hizo, muy apropiadamente, en las páginas de un diario.
2 comentarios:
No solamente sería interesante una antología onírica de la Escuela de Frankfurt sino un ensayo que estudiara su relación con los sueños. La evidencia de los sueños en Benjamin, que aprendió mucho de los surrealistas (la idea de Desnos de colgar cuando dormía un cartel en la puerta con la leyenda "El poeta trabaja") tiende a disimular su influjo en Adorno. En cuanto a Horkheimer, puede ser que haya algo en sus Tagebuchblätter.
Gracias Pablo! Voy a buscar el diario de Horkheimer, a ver qué dice... Me intriga pensar qué soñaba esta gente... ¡Abrazo!
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