domingo, 24 de enero de 2010

bestiario

Trece horas de vuelo y la lectura de la Gramophone pueden resultar una combinación peligrosa (aunque cada vez más la publicación británica se acerca a la categoría de "literatura de avión", al punto de casi pasar por una más de las revistas-catálogo que pueblan los aeropuertos). Está, por ejemplo, la manía teratológica de catalogar a los compositores como modelos-para-armar a partir de retazos de sus antecesores, todo lo contrario del adagio borgeano del autor que crea sus propios precursores. Así, Felix Weingartner resulta, para el perspicaz Rob Cowan, un engendro en cuya lista de donantes de órganos figuran Richard Strauss, Max Bruch, Johannes Brahms, Richard Wagner y Erich Wolfgang Korngold. Difícilmente el pobre Weingartner pudo haber sobrevivido a la operación de transplante, habida cuenta de la evidente incompatibilidad de algunas de esas influencias. Al lado de semejante figura, el Minotauro no supera la categoría de espantapájaros. Eso sí: llegué a casa y me senté a escuchar con detenimiento la reedición de las Wagner transcriptions de Glenn Gould y no pude evitar, escuchando el "Viaje de Sigfrido por el Rin", pensar en un Wagner con las manos de Liszt. Un monstruo mitológico.

No hay comentarios: