Diarios, revistas, blogs y toda clase de etcéteras se dedicaron, como es habitual a esta altura del año y/o de la década, a realizar sus respectivos balances, y si no sucedió otro tanto con este blog, no fue por snobismo o deseo de distinguirse del resto, sino sólo porque no tenía una computadora con acceso a internet a la mano.
Y ahora ya es 2010 y hacer balances del 2009 es decididamente inapropiado. Pero a la hora de hacer balances, bien pueden mencionarse dos lanzamientos discográficos casi simultáneos, a primera vista tan parecidos y a la vez tan, pero tan distintos.
El primero es un ejercicio de nostalgia de un pasado reciente pero que parece muy, muy lejano. Brit-pop, seguridad jurídica, en-los-90’-estábamos-mejor y todo eso. Cuatro discos con los dos recitales que, el 2 y 3 de julio del año pasado, reunieron a Blur después de casi una década. El experimento, según un amigo, testigo presencial de todo el asunto, fue emotivo e inolvidable, aunque al escuchar los discos la imagen que queda es otra, un poco menos encendida. Un buen recital, sí, pero a cargo de una gran banda cuyos integrantes están, muy evidentemente, en otra cosa. Son conocidos los experimentos de Damon Albarn al frente de Gorillaz y The Good, the Bad & the Queen y menos conocidos –aunque con mejores resultados– los proyectos solistas de Graham Coxon. Para ambos, Blur significa algo así como un pasado mucho más popular pero –resultados a la vista– bastante menos estimulante. De ahí, uno supone, la elección de los temas para este reencuentro: están, desde ya, “Parklife”, “Boys & Girls”, “Coffee & TV” y “Country House”, y el final con “The Universal” debe haber sido, para los presentes en el Hyde Park de Londres, una experiencia difícil de superar. Pero, por lo general, All the people es un repaso por el lado más oscuro de Blur, como si ese pasado, al final de cuentas, y jugueteando con el nombre de la banda, estuviera levemente fuera de foco.
Distinto es el caso de REM live at the Olympia in Dublin, o, como los propios integrantes de la banda decidieron bautizarlo extraoficialmente, “un experimento acerca del terror”. Porque lo que registra el doble cd –y el dvd que lo acompaña, con el documental This is not a show– son los ensayos abiertos en los que la banda presentaba las canciones –algunas todavía sin terminar– de lo que sería Accelerate y repasaba, a pedido del público, algunas de las viejas canciones que no tocaban desde hace, en algunos casos, casi veinte años. Y el resultado es sorprendente por muchos motivos. Uno es el evidente riesgo que significaba la apuesta: cobrar unos 50 dólares por persona para asistir, durante cinco noches, a sesiones en las que una banda con un pasado glorioso, un presente con varios pasos en falso y un futuro incierto –nótese que el disco que significaría el “regreso” de REM era precisamente el que aquí estaba en proceso de maduración: o sea, aún no se había demostrado el éxito del experimento– “probaba” el nuevo material y repasaba esas canciones cuyos nombres sólo son conocidos por los fanáticos con mejor memoria y menor vida sexual.
Y si algo demuestran estas 39 canciones es que 1) Accelerate es uno de los mejores discos de REM; 2) la producción de la banda en los primeros ’80 resiste muy, pero muy bien el paso del tiempo; 3) Dylan tenía razón cuando decía aquello de que “el futuro está en el pasado” y REM sabe encontrarle el sentido a esa frase, que es todo menos nostálgica. El disco doble en el Olympia de Dublin es para REM algo así como ese tandem dylaniano conformado por Good as I been to you y Worl gone wrong: el puntapié inicial de un viaje que no es “en” el tiempo sino “más allá” del tiempo, para reinventarse como algo o alguien capaz de trascender los estrechos límites del calendario.
Y entonces, claro, los balances pierden razón de ser.
Y ahora ya es 2010 y hacer balances del 2009 es decididamente inapropiado. Pero a la hora de hacer balances, bien pueden mencionarse dos lanzamientos discográficos casi simultáneos, a primera vista tan parecidos y a la vez tan, pero tan distintos.
El primero es un ejercicio de nostalgia de un pasado reciente pero que parece muy, muy lejano. Brit-pop, seguridad jurídica, en-los-90’-estábamos-mejor y todo eso. Cuatro discos con los dos recitales que, el 2 y 3 de julio del año pasado, reunieron a Blur después de casi una década. El experimento, según un amigo, testigo presencial de todo el asunto, fue emotivo e inolvidable, aunque al escuchar los discos la imagen que queda es otra, un poco menos encendida. Un buen recital, sí, pero a cargo de una gran banda cuyos integrantes están, muy evidentemente, en otra cosa. Son conocidos los experimentos de Damon Albarn al frente de Gorillaz y The Good, the Bad & the Queen y menos conocidos –aunque con mejores resultados– los proyectos solistas de Graham Coxon. Para ambos, Blur significa algo así como un pasado mucho más popular pero –resultados a la vista– bastante menos estimulante. De ahí, uno supone, la elección de los temas para este reencuentro: están, desde ya, “Parklife”, “Boys & Girls”, “Coffee & TV” y “Country House”, y el final con “The Universal” debe haber sido, para los presentes en el Hyde Park de Londres, una experiencia difícil de superar. Pero, por lo general, All the people es un repaso por el lado más oscuro de Blur, como si ese pasado, al final de cuentas, y jugueteando con el nombre de la banda, estuviera levemente fuera de foco.
Distinto es el caso de REM live at the Olympia in Dublin, o, como los propios integrantes de la banda decidieron bautizarlo extraoficialmente, “un experimento acerca del terror”. Porque lo que registra el doble cd –y el dvd que lo acompaña, con el documental This is not a show– son los ensayos abiertos en los que la banda presentaba las canciones –algunas todavía sin terminar– de lo que sería Accelerate y repasaba, a pedido del público, algunas de las viejas canciones que no tocaban desde hace, en algunos casos, casi veinte años. Y el resultado es sorprendente por muchos motivos. Uno es el evidente riesgo que significaba la apuesta: cobrar unos 50 dólares por persona para asistir, durante cinco noches, a sesiones en las que una banda con un pasado glorioso, un presente con varios pasos en falso y un futuro incierto –nótese que el disco que significaría el “regreso” de REM era precisamente el que aquí estaba en proceso de maduración: o sea, aún no se había demostrado el éxito del experimento– “probaba” el nuevo material y repasaba esas canciones cuyos nombres sólo son conocidos por los fanáticos con mejor memoria y menor vida sexual.
Y si algo demuestran estas 39 canciones es que 1) Accelerate es uno de los mejores discos de REM; 2) la producción de la banda en los primeros ’80 resiste muy, pero muy bien el paso del tiempo; 3) Dylan tenía razón cuando decía aquello de que “el futuro está en el pasado” y REM sabe encontrarle el sentido a esa frase, que es todo menos nostálgica. El disco doble en el Olympia de Dublin es para REM algo así como ese tandem dylaniano conformado por Good as I been to you y Worl gone wrong: el puntapié inicial de un viaje que no es “en” el tiempo sino “más allá” del tiempo, para reinventarse como algo o alguien capaz de trascender los estrechos límites del calendario.
Y entonces, claro, los balances pierden razón de ser.
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