martes, 27 de mayo de 2008

Piano, piano...

Como las tradiciones se van construyendo de a poco, arrancamos la tercera semana de estudio de noche, al igual que las dos anteriores, escuchando un tango. Esta vez con un condimento especial, porque al piano está Daniel Barenboim, tomando el lugar nada menos que de Horacio Salgàn. La elección se debe precisamente a la visita de Barenboim, que actuará por estos días en Buenos Aires al frente de la Staatskapelle de Berlín. Entre otras cosas, ofrecerá un concierto en el Luna Park el plácido domingo… ejem… el próximo domingo, celebrando los 100 años del Teatro Colón, que se cumplieron precisamente el 25 de mayo pasado. Y si bien este programa cuenta con producción de la Dirección General de Enseñanza Artística, tampoco es cuestión de dejar pasar el aniversario del Colón así como así. Por lo pronto, para los alumnos, graduados y profesores de los institutos que dependen de la DGEART, el Colón es un lugar muy especial: muchos de ellos han actuado allí, y otros tienen la ilusión de hacerlo algún día.

Se imaginarán que elegir alguna pieza musical para celebrar los cien años del Colón es, necesariamente, una decisión caprichosa. La elección de una obra que resuma cien años de historia es ciertamente una utopía. Pero elegimos el “Voi che sapete” de Las bodas de Fígaro que cantó Teresa Berganza en 1970, porque la mezzo española ofrecerá una serie de clases magistrales para cantantes, a partir del 2 de junio, en el Teatro 25 de Mayo. Como ven, era todo una excusa para pasar el chivo.

Después, jugamos al Memotest: la semana pasada escuchamos las Seis danzas populares rumanas de Béla Bartók en una transcripción para violìn de Henryk Szeryng. Hoy las escuchamos en versión para orquesta de cámara, por la Camerata Bariloche. Y pegadito, otra vez continuando lo iniciado la semana pasada, más del Birth of the Cool de Miles Davis, esta vez con “Rouge” de John Lewis.

El final del programa se lo dedicamos a Barenboim, recordando un incidente ocurrido en julio de 1980, en plena dictadura, cuando volvió al país después de veinte años para dirigir en el Teatro Colón a la Orquesta de París. El affaire, que cierta prensa conspirativa vernácula adscribía a una “campaña anti-argentina” de escala planetaria –con Francia como base de operaciones–, comenzó antes de la llegada de la Orquesta, invitada a nuestro país por el Mozarteum Argentino para ofrecer una serie de tres conciertos en el Teatro Colón y uno en el Teatro Libertador San Martín de la ciudad de Córdoba. En Francia, diversas agrupaciones les exigieron a los músicos de la Orquesta que no viajaran a la Argentina, en rechazo al gobierno de Jorge Rafael Videla y las sistemáticas violaciones a los derechos humanos implementadas por el gobierno y que afectaban, también, a ciudadanos franceses. La Orquesta decidió, sin embargo, aceptar la invitación –su director desde 1975 era, al fin de cuentas, un argentino–, y declaró oficialmente que la música y la política corrían por canales diferentes: el objetivo del viaje era únicamente tocar para el público, independientemente del gobierno de turno. Los detalles del conflicto son muchos como para desarrollar aquí, pero baste con señalar que, una y otra vez, se intentó minimizar el asunto haciendo referencia a la supuesta independencia de la cultura respecto de la política. El propio Barenboim parecía cerrar el asunto al declarar: “A mí no me gusta que los políticos opinen sobre cómo debe tocarse la música de Mozart, de modo que tampoco yo opino sobre cómo debe hacerse política.” Ahora bien, en boca de cualquier otra persona, la frase podría sonar casi irrelevante, pero en boca de un argentino-israelí nombrado ciudadano de honor palestino, que interpreta en Israel la música de Richard Wagner y creó y dirige una orquesta de jóvenes palestinos e israelíes, esas palabras exigen un mayor esfuerzo de interpretación. Por lo pronto, probablemente nunca se haya escuchado o leído tantas veces, repetido una y otra vez, que la música y la política no tenían nada que ver. Esa sola profusión resultaría una demostración por el absurdo de que lo que en verdad ocurre es exactamente lo opuesto. ¿Qué sentido tendría expresar una y otra vez lo evidente, sino es precisamente porque se lo sabe imposible?

Cerramos, pues, el programa escuchando a Barenboim y Fischer-Dieskau haciendo “Um Mitternacht” de los Rückert-Lieder de Gustav Mahler. Es casi innecesario decir que Dietrich Fischer-Dieskau es probablemente uno de los más grandes cantantes de los últimos cien años, pero lo nombré primero a Barenboim por la importancia que tiene el piano en esta canción. Para los que se preguntan cómo es posible que Barenboim pueda ser reconocido al mismo tiempo como director de orquesta y como pianista (en una época en la que la especialización parece ser la tendencia dominante), pueden escuchar esta canción y sacarse las dudas: en manos de Barenboim, el piano puede llegar a sonar como una orquesta completa. A propósito de "Um Mitternacht": la traducción literal al inglés del título debería ser... sí: ’Round Midnight”, pero eso lo dejamos para mañana… Algo muy apropiado para estudio de noche, que también transcurre durante esos minutos fuera de foco, en los que "hoy" es una mezcla rara de "ayer" y de "mañana". Y siguiendo con las curiosidades, y para agregarle una cuota de narcisismo al programa (ah, ah, mostré la hilacha, al final), los acordes que sonaban en la despedida eran los de Wes Montgomery y Tommy Flanagan haciendo “Mr. Walker”.

Hasta mañana.

Lista de temas del programa # 9

Aquellos tangos camperos (Horacio Salgán – Ubaldo De Lío) – Daniel Barenboim, piano; Rodolfo Mederos, bandoneón; Héctor Consolé, contrabajo
“Voi che sapete” de Le nozze di Figaro (Wolfgang Amadeus Mozart) – Teresa Berganza, mezzosoprano; Orquesta Estable del Teatro Colón, director: Peter Maag
Seis danzas populares rumanas (Béla Bartók) – Camerata Bariloche
Rouge (John Lewis) – Miles Davis
Um Mitternacht (Gustav Mahler) – Dietrich Fischer-Dieskau, barítono; Daniel Barenboim, piano
Mr. Walker – Wes Montgomery

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