viernes, 9 de mayo de 2008

Largamos el lunes (o sea el martes)

El espacio y el tiempo suelen jugar a las escondidas. El problema es que el espacio no tiene dónde esconderse, y el tiempo cuenta hasta diez y vuelve a empezar. Como juego, es bastante complicado. Y nunca falta el filósofo que afirma que espacio y tiempo son dos caras de la misma moneda, lo cual le daría la razón a Franklin cuando decía aquello de “Time is Money” (que “Space is Money” es algo evidente para todos los que tenemos que pagar el alquiler... y el cable).

A mí, la propuesta que más me gusta es la de Agustín de Hipona, que describe al tiempo como distentio animi: el movimiento del alma –digámosle la conciencia, para darle un toque más existencialista al asunto– cuando se expande. Incluso podría ensayarse una traducción bien literal y chabona, del estilo “distensión del ánimo”, y aprovecharla para el programa. Así, estudio de noche sería el espacio de tiempo (nótese la deliberada confusión de dimensiones, casi tan violenta como esa otra de “milanesa napolitana”) en el que el ánimo puede distenderse.

Pero el problema del espacio y el tiempo persiste. Es probable que todos hayan sufrido alguna vez un desencuentro en una de estas dimensiones, o en ambas: esperar, por ejemplo, en una esquina a una persona que aguarda con la misma impaciencia que uno, a dos o tres cuadras de distancia. O en la misma esquina, pero un día más tarde. O todo eso junto, lo cual ya sería una catástrofe. Si el tiempo fuera una realidad verdaderamente uniforme, la impuntualidad sería un lujo de excéntricos o snobs. Sin embargo, es uno de los fenómenos más comunes del mundo, al punto que cuando dos personas llegan a la vez a una cita, lo que verdaderamente ocurre es que ambos han sido impuntuales al mismo tiempo.

Por eso es que se adoptan ciertas convenciones, para intentar poner un poco de orden en semejante confusión. En el caso del tiempo, contamos los años, meses, semanas, días, horas, minutos, segundos (y una infinita gama de etcéteras que desborda esa enumeración por ambos extremos). El tiempo, como decía otro filósofo, es lo que evita que todas las cosas ocurran a la vez.

Pero claro, también hay que tomar en cuenta el espacio porque, ¿cuándo empieza un día, por ejemplo? Algunos dicen que el día empieza antes en Australia que en la Argentina, aunque otros responderán que, en rigor, empieza en ambos al mismo tiempo: a las 00.00 del día correspondiente. Si así no fuera, ¿la Tierra sería más antigua del lado australiano que del argentino? ¿Mi cabeza cumpliría años antes que mis pies porque salió antes del vientre de mi madre? ¡Qué complicación! Paenza… ¿estás ahí?

En definitiva, no nos queda otra que atenernos a ciertas convenciones. En la radio, por ejemplo, para saber cuándo termina un día y empieza otro, tenemos el Himno Nacional.

En cualquier caso, estudio de noche arranca el lunes.

Bah, el martes, en realidad, porque empieza después del Himno.

1 comentario:

Gustavo Fernández Walker dijo...

Por si acaso algún curioso visitare estas antiquísimas entradas, cuelgo a modo de comentario la presentación que figurara entonces en el blog. Ya no soy empleado municipal, y el blog ya no es un complemento del programa en un sentido estricto, pero lo fue alguna vez, y no hay por qué ocultarlo. Así que aquí queda, como registro de aquellos primeros pasos:

"757.085. Ese es mi número de agente municipal. Ocurre que estudio de noche es un programa que cuenta con producción de la Dirección General de Enseñanza Artística del Gobierno de la Ciudad, y se emite por la radio oficial de la Ciudad. Y sin embargo, este es un sitio no-oficial. Es importante aclararlo, en primer lugar porque los funcionarios directamente o indirectamente relacionados con el programa no tienen nada que ver con lo que se publica aquí. Esa es mi responsabilidad (i. e. mantenerlos alejados del blog). Y lo que aquí se publica pretende ser, en el sentido original de la palabra log, una bitácora del programa, para que las palabras, ideas, comentarios, chistes y músicas varias de los alumnos, graduados y profesores de los Institutos de Enseñanza Artística que participan en el programa no se pierdan en la fugacidad del éter, sino que tengan también la posibilidad de perderse en la igualmente fugaz y efímera blogósfera. Así que aquí estamos: cada día, al finalizar el programa, quedará un registro de los temas que se tocaron (y eso vale tanto para la música como para las palabras), las cosas que quedaron afuera, las propuestas para los programas siguientes… y los comentarios de los oyentes, lectores y curiosos."