jueves, 15 de diciembre de 2011

gesualdo, o la reacción


Siguiendo las huellas del amigo Diego Fischerman, que hace unos años publicó en la revista Goldberg una semblanza de Carlo Gesualdo, Alex Ross acaba de publicar en el último número del New Yorker un extenso artículo acerca de la vida y obra del príncipe asesino, compositor de algunos de los madrigales más inquietantes que se puedan escuchar y/o cantar.

Es difícil escribir sobre Gesualdo, porque lo truculento de su vida se suele imponer sobre el manierismo de la música, un poco a la manera del velo que cubre a Jesús en la escultura de Giuseppe Sanmartino que se encuentra en la Cappella Sansevero (el lugar, según cuenta la leyenda, en donde se ocultan los restos de los amantes asesinados por el compositor). El propio Ross se pregunta si uno le prestaría la misma atención a la música si no se conociera la trágica historia que rodea a quien la compuso. Todo el artículo tiende a sugerir que no, aunque me inclino a pensar lo contrario: más allá de los detalles escabrosos de la biografía, la música de Gesualdo se impone por su particular e inquietante belleza. Ross, por parte, no se guarda ninguna anécdota: desde la autoflagelación hasta la ingesta de dudosos humores corporales, "Prince of Darkness" -tal el título del artículo- no ahorra en golpes de efecto.

Pero hay, también, interesantes cuestiones musicales en todo el asunto: la más polémica -o no tanto, en realidad- acaso sea la conversación con el musicólogo italiano Dinko Fabris, en la que se sugiere que, en el riquísimo ambiente cultural italiano del cambio de siglo (del XVI al XVII), Gesualdo encarnaría la "reacción", ante el "progreso" representado por Monteverdi. No faltan los documentos de época que muestran, por ejemplo, al poeta Carlo Guarini defendiendo al primero y defenestrando al segundo, por lo crudo de la "nueva música".

Lo interesante del caso es que Gesualdo se convirtió, en el siglo XX y en parte gracias a compositores como Stravinsky, en el non plus ultra de la sofisticación. Las complejidades armónicas de Gesualdo lo convertían en una suerte de adelantado a su tiempo, aunque, como bien señala Ross, una rápida ojeada al entorno musical de Ferrara, por ejemplo, permite entender hasta qué punto el manierismo de Gesualdo, aún en su exageración, le debía mucho más a la tradición musical del medioevo tal como era recuperada por los madrigalistas del 1500 que a la incipiente modernidad que irrumpiría en Italia con Monteverdi y ese nuevo género -la ópera- en el que Carlo Gesualdo terminaría siendo un personaje recurrente.

Y es que la historia de un príncipe compositor y asesino, en todo caso, puede ser atractiva. Pero los madrigales de Gesualdo, aun si hubieran sido escritos por un plácido filatelista, devoto padre de familia, no perderían nada de su capacidad de asombro. A menos que, desde ya, alguno piense que los filatelistas padres de familia no pueden componer madrigales como "Moro, lasso", y que el único modo de aprender a escribir inesperadas progresiones armónicas es cometiendo atrocidades varias, sobre el propio cuerpo o sobre el de eventuales amantes.

De hecho, según cuentan, así funcionan algunas cátedras de composición.

Addenda: acabo de leer el librito de la edición del Quinto libro di madrigali de Gesualdo por La Venexiana. Allí, Stefano Russomanno escribe: "el vanguardismo con el que suenan a nuestros oídos los madrigales de Gesualdo es fruto, en realidad, de una postura conservadora. Su gusto por la disonancia abrupta es un elemento arcaizante y refleja una sensibilidad armónica anterior a la canalización en el sistema tonal".

miércoles, 14 de diciembre de 2011

amadeo corleone



El próximo 27 de enero se van a cumplir 256 años del nacimiento de W. A. Mozart, a.k.a. Juan Crisóstomo W. A. Mozart, a.k.a. el genio de Salzburgo. Acaso se trate del músico acerca del que más se ha escrito, hablado, pensado y una larga lista de etcéteras: biografías, obras de teatro, películas, óperas, tweets. Y sin embargo, en estos dos largos siglos, aparentemente todos han pasado por alto el hecho de que el amigo Wolfgang tenía un ahijado.

Así es que, como cuenta Alex Ross en su blog, venimos a enterarnos de que, por una única vez en su vida, Mozart accedió a ser llamado "padrino", como consta en las actas de Josefstadt, el 8° distrito de Viena. Una sorpresa modesta, pero sorpresa al fin. Y lo que no sorprende tanto es que, contrariamente, Antonio Salieri no dudaba un instante a la hora de apadrinar bodas, bautismos y cuanta ocasión social se presentara. Claro que, de ahí a decir que Salieri tuvo algo que ver en la muerte de Mozart hay un largo trecho. Si el auto de Mozart hubiese volado en mil pedazos en una calle perdida de Salzburgo, o si lo hubieran acribillado a la salida de una función de Una cosa rara de Martín y Soler, otra sería la historia.

En cualquier caso, el extenso estudio, profusamente documentado, sobre el padrino Mozart y su ahijado Wolfgang Amedé Nebe, aparece firmado por Michael Lorenz en Acta Mozartiana 58 (2011). El número incluye, además, otros estudios: un análisis de uno de los recitativos de El rapto en el serallo, un paper acerca del estado civil de Don Giovanni, una investigación acerca de cuál era el instrumento solista original en el concierto para oboe KV 314, un par de perfiles de la rama femenina de la familia Mozart y, como cierre, a continuación del artículo de Lorenz, un texto que lleva por título "'Mozart was crazy. Flat fucking crazy'. Mozart am Broadway 2010".

No sé qué pensarán ustedes, pero al menos un par de esos artículos invitan a ser leídos. O, dicho de otro modo, los muchachos de Acta Mozartiana han hecho una oferta que no se puede rechazar.