sábado, 13 de diciembre de 2025

unterm Schwanz

Será porque las mudanzas siempre remueven la memoria. En estos días, me encontré repasando las listas de momentos memorables vividos en recitales de Bob Dylan aquí, allá y en todas partes (más de una docena de shows en dos continentes, cuatro países, ocho ciudades) y estaba seguro de haber olvidado uno. No podía decir cuál era, pero sabía que era uno de esos momentos en los que de pronto, al reconocer cuál era el tema que se estaba desplegando ahí adelante, me asaltaba la certeza de estar ante un momento musical irrepetible. Recordaba esa emoción con "This Wheel's On Fire", con "Visions of Johanna", más recientemente con "When I Paint My Masterpiece" (casi me puse a llorar cuando escuché la voz de Dylan plantarse sobre un acorde en el piano con ese Oh, the streets of Rome...) Pero sabía que me estaba olvidando de un momento así y, conociendo mi proclividad a perderme en minucias como esa (defecto que se convierte en ventaja cuando uno trabaja en la edición de textos medievales conservados en manuscrítos perdidos en viejas bibliotecas europeas), iba a tener que dedicarle mucho tiempo a recordarlo.

Así que aquí estoy.

Lo recordé.

Y, como siempre, es una serie de casualidades la que me ayudó a resolver el problema. Caminaba bajo la nieve con los auriculares debajo de la capucha escuchando un recital de Paul Robeson en la época de entreguerras (alguien observó hace poco que ya no estamos en la posguerra, sino en un nuevo "entreguerras" y un frío me recorrió la espalda). Cuando llegó "The Lonesome Road" me llamaron la atención una serie de versos que me recordaban una de mis canciones favoritas de uno de mis discos favoritos de Bob Dylan. Unos días más tarde, alguien posteó un video de Bob Dylan cantando una de mis canciones favoritas de uno de mis discos favoritos. En esa versión, además de confirmar las referencias a esos versos (¡y a la música!) de "The Lonesome Road", también noté que Dylan cantaba todos las estrofas de la canción en sucesión y omitía el estribillo, que sólo llegó al final, una única y lapidaria vez.

Y ahí recordé.

Ese detalle, el estribillo que se demoraba para aparecer como coda y apoteosis de la canción, ya me había sorprendido aquella vez, hace tantos años, cuando en una noche brumosa de noviembre de 2011, en Hannover, Bob Dylan cantó "Sugar Baby", para mi fascinación y sorpresa.

Ahora esa sensación regresaba, justo cuando estaba listo para darme por vencido. Como si la canción me reprochara con ese extraordinario reproche pasivo-agresivo que es marca registrada de Dylan en modo "amante despechado":

you went years without me; might as well keep going now.

El sonido de la banda en el acorde final de la canción en la versión de estudio es otro gran acierto de ese productor genial que es Jack Frost (guiño), y que parece conocer mejor que nadie el sonido que Dylan quiere lograr en el estudio (guiño guiño).

Misión cumplida, recuerdo desbloqueado. Y entonces otros recuerdos aprovechan la apertura de las compuertas y salen a pasear. Recordé, por ejemplo, que  el punto de encuentro más habitual en Hannover es la estatua ecuestre del rey Ernst-August I. "Nos vemos unterm Schwanz", dicen los locales, aludiendo a la cola del caballo, a la que es escultor parece haberle dedicado una atención desmedida.