Son raros también los escritores como Roberto Bolaño, acaso el más grande en lengua española de los últimos años, y seguramente el más influyente. Hace poco se cumplieron cinco años de su muerte, un 15 de julio, y nosotros compartimos en el último programa un texto muy breve y muy hermoso, recogido en Entre paréntesis (Anagrama, 2004). Feliz día, pues, a todos los amigos raros de estudio de noche.
Uno está preparado para la amistad, no para los amigos. Y a veces ni siquiera para la amistad, pero al menos se hace el intento: generalmente manoteamos en la oscuridad, una oscuridad que no es extraña a nosotros, una oscuridad que sale de nosotros y que se funde con la realidad puramente exterior, con la oscuridad de unos gestos, de unas sombras que alguna vez creímos familiares y que en realidad son tan extrañas como un dinosaurio.
A veces eso es un amigo: la silueta de un dinosaurio que atraviesa un pantano y a la que no podemos asir ni llamar ni advertirle nada. Son raros los amigos: desaparecen. Son muy raros: a veces, al cabo de muchos años, vuelven a aparecer, y aunque la mayoría ya no tiene nada que decir, algunos sí que tienen algo que decir y lo dicen.
Hace poco tuve el extraño privilegio de encontrarme con un viejo amigo. Lo conocí en Chile, en 1973, y lo volví a ver el año pasado. Tras las palabras de rigor mi amigo se lanzó a contarnos a mi mujer y a mí su historia. Era una historia llena de peligros, aventuras, cárceles, sangre. En un momento determinado recordó una noche en que dos jóvenes huían de las balas que disparaba una patrulla nocturna, saltando a través de los patios de un barrio extremo. Mi mujer lo escuchaba con atención. Yo también me puse a escucharlo con atención. Parecía un cuento. Uno de esos jóvenes era mi amigo. Cuando le pregunté quién er el otro, me dijo: ¿no te acuerdas? No, no me acordaba. El otro eras tú, dijo él. Al principio no le creí. Aquella noche se había borrado de mi memoria. Pero luego recordé y fue entonces cuando vi al dinosaurio o a la sombra del dinosaurio atravesando con sigilo el pantano mientras todos los fusiles del mundo a puntaban a su cabeza.
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