El problema con la megalomanía de Wagner es que reduce a mero trastorno psicológico una de las principales características de su estilo. Sus personajes se comportan como él: esos largos relatos en los que nos cuentan una y otra vez su historia son lo más revolucionario del discurso wagneriano. En sus Five lessons on Wagner, el filósofo Alain Badiou observa que, en casi todos sus dramas musicales, las escenas de acción son breves y convencionales. En cambio, es en los extensos monólogos en donde Wagner despliega todo su virtuosismo. No otra cosa sería la técnica del Leitmotiv: permanentes transformaciones de una célula que es siempre la misma. Los personajes de Wagner -Wotan, Siegmund, Brünnhilde, Tristan, Isolde, Parsifal- se cuentan una y otra vez sus propias historias en busca de algún sentido para todo lo que les ocurre, para poder encontrar algo sólido sobre lo cual afirmar una identidad permanentemente amenazada.
Que el propio Wagner se veía así resulta claro a partir de sus escritos. De haber vivido hoy, podría ser una de esas celebridades que están constantemente en Twitter exponiendo y comentando su vida (aunque habría que ver cómo se las ingeniaría para respetar el estrecho límite de los 140 caracteres). En rigor, no sería descabellado considerar a Wagner uno de los precursores de la actual cultura del espectáculo. En su libro Richard Wagner: Self-Promotion and the Making of a Brand el musicólogo Nicholas Vazsonyi busca poner de relieve esa fundamental paradoja wagneriana: todos sus escritos, sus discursos y, fundamentalmente sus intervenciones en la prensa no serían otra cosa que un intento por delinear un personaje apto para el consumo... cuya característica más atractiva sería oponerse a la cultura del consumo.
Desde luego, esta especie de estrategia de marketing no implica que en la obra de Wagner se esconda una ficción o una impostura. Al contrario, una de las tantas marcas del genio wagneriano es su capacidad para inventar un nuevo lenguaje, y luego hacer que la realidad se ajuste a él. La prueba de la eficacia del relato wagneriano reside en el hecho de que hoy nos resulta imposible hablar de la obra de Wagner sin utilizar los términos que él mismo forjó para crearla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario