domingo, 16 de agosto de 2009

una de vampiros


Parece que la lluvia no quería aflojar. Que todo empezó con muchas, interminables lecturas y láudano a borbotones. Que la imaginación, abundante en esa casa en las afueras de Ginebra en el verano de 1816, hizo el resto. Lord Byron propuso pasar la noche inventando historias de fantasmas y sus invitados abrazaron la propuesta sin pensarlo dos veces. Curioso: los dos autores "famosos" del cuarteto, Shelley y el propio Byron, apenas si escribieron un par de páginas. Los otros dos, Mary Wollstonecraft y John William Polidori, dieron vida a dos monstruos fascinantes e irresistibles, como si esa noche hubieran decidido vampirizar a sus célebres compañeros.
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Y si el Frankenstein de Mary Shelley se pudo y se puede encontrar con facilidad en cualquier librería, no se puede decir lo mismo de El vampiro de Polidori. Razón de más para celebrar la reciente edición de Norma en su colección "Verticales de bolsillo", que se consigue a un precio más que razonable en las librerías de Buenos Aires. En la introducción se destaca la importancia de un relato escrito casi ochenta años antes del Dracula de Bram Stoker, se repasan algunas de las influencias que la obra ejerció en las generaciones posteriores, y también algunas de las influencias que se pueden rastrear en el propio Polidori: es difícil no imaginar a Lord Ruthven con los rasgos de Byron, de uno de cuyos personajes toma incluso su nombre. Vampirismo, en todos los niveles.
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Lo que no se menciona en la introducción -y esto no es necesariamente una crítica- es que apenas unos años después de editada la historia de Polidori, un éxito absoluto en Europa, un compositor alemán decidió hacer de ese relato una ópera. Der Vampyr de Heinrich Marschner es la típica obra que en todos los manuales de música, en todas las biografías de Wagner, en todos los ensayos sobre ópera alemana, se menciona como eslabón imprescindible, pero menor, en la cadena de grandes obras que va de La flauta mágica de Mozart hasta El anillo del nibelungo de Wagner, pasando por el Freischütz de Weber. Es, sin embargo, una obra notable, que en los últimos años se comenzó a rescatar de ese relativo ninguneo. Hace unos años la grabó Jonas Kaufmann, unánimemente aclamado por aportar sangre nueva a los escenarios líricos del mundo. Y aquí se puede ver un documental de media hora acerca de la producción del Vampyr en el Teatro Comunale de Bologna, en 2008.
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Parece que al bueno de Marschner le llegó la hora de la reivindicación. Y es que, se sabe, a veces los vampiros duermen, pero cuando se despiertan es muy difícil resistirse a su canto.

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