Ya era hora, entre tanto paréntesis, de dedicarle una entrada a Roberto Bolaño, que hasta hoy merodeaba estudio de noche como los camellos en el Corán. Y es que apenas si lo mencionamos en el blog, precisamente porque su omnipresencia se daba por descontada. Si ahora se hace explícita se debe a que finalizó el primer Festival Internacional de Literatura, que se desarrolló hasta el domingo en el Malba, y que tuvo a su obra y su figura como eje central.
Lo invocamos en el comienzo de nuestro último programa, recurriendo a uno de sus textos recogidos en el (cada vez más) imprescindible Entre paréntesis (otra vez los paréntesis, una debilidad de estudio de noche), el certero y apropiado y maravilloso "La mejor banda", que dice entre otras cosas que
si tuviera que asaltar el banco más vigiliado de Europa y si pudiera elegir libremente a mis compañeros de fechorías, sin duda escogería un grupo de cinco poetas [...] El atraco concluiría, probablemente, de forma desastrosa, pero sería hermoso.
En cuanto al FILBA, acá les dejo unos links al sitio y al blog del festival. Pueden navegar con ganas, porque hubo cosas realmente interesantes. En cuanto a Bolaño, hubo muy valiosas intervenciones a cargo de Alan Pauls, Alberto Fuguet, Juan Villoro, Pedro Lemebel, Rodrigo Rojas, Horacio Castellanos Moya, Juan José Becerra, Martín Kohan, Gonzalo Garcés, Edmundo Paz Soldán... Se hizo sentir la ausencia (con aviso) de Alejandro Zambra, un autor que los eternos buscadores de next best things señalan como el "heredero", tal vez por ser joven y chileno y haber publicado en Anagrama dos libros realmente muy buenos. La otra ausencia que se hizo sentir fue la de Rodrigo Fresán, otro camello de estudio de noche, a quien Villoro citó con una frase que quiere decir tantas cosas, y tan ciertas e improbales y delirantes y misteriosas:
Conocer a Bolaño era como conocer a Bob Dylan.
En fin: que se dijeron muchas cosas sobre Bolaño, desde los comentarios personales, divertidísimos y entrañables de todos los que lo conocieron, hasta las lecturas en muchos casos reveladoras de los argentinos que no lo conocieron personalmente, pero que parecen haber establecido un vínculo muy especial en el plano literario: no sólo porque todos se declaran deslumbrados por la potencia de Bolaño, sino también, y muy especialmente, por la omnívora lectura que Bolaño llevó adelante con la literatura argentina, que va desde los inevitables Borges y Bioy hasta J. R. Wilcock y Aira y Pauls y Piglia y Arlt y Bianco y Macedonio y Lamborghini y Silvina Ocampo y María Moreno y Saccomano. Y Borges, otra vez.
Así, el pasado fin de semana, el nombre de Bolaño fue asociado a los de Melville, Pynchon, Brueghel, Salinger, Faulkner y Cervantes. Y Borges, claro. Y qué bueno habría sido que estuviera A. G. Porta, las otras dos manos de Bolaño en esa joyita que se recomienda leer al menos una vez por año y que se llama Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce.
Léanla. Cómprenla y léanla. O mejor, róbenla y léanla. Pero léanla. Tómenlo como un consejo de un discípulo de Dylan a un fanático de Bolaño.
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2 comentarios:
Gus: te leo de lejos... me da nostalgia y no traje entre paréntesis conmigo... besos, besos
Hey! Besos también para vos, "Greta de lejos". ¿Por dónde andás? Yo espero hacer un viajecito a Chile antes de que termine el año, y venirme con algunos libros de contrabando.
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