domingo, 6 de enero de 2013
Gramsci régisseur
Cada tanto, algunas puestas de ópera en el Teatro Colón o el Teatro Argentino de La Plata despiertan polémicas que, con cierta regularidad, reaparecen en las conversaciones en el foyer, en blogs especializados o en algún llamado a programas radiales (sin ir más lejos, a ese programa altamente recomendado que tiene por título "Un Programa de Ópera" y que todos los domingos, entre las 21 y las 23, puede escucharse en Radio Nacional Clásica).
No voy a entrar aquí en detalles o en opiniones personales. Me gustaría en cambio compartir unos párrafos que encontré casi de casualidad en la hermosa edición de los Cuadernos de la cárcel de Antonio Gramsci que me regaló la persona con la que más disfruto discutir estas cuestiones. La traducción fue hecha con cierta velocidad, así que sabrán disculpar algunas posibles imperfecciones. El párrafo más relevante para la discusión es el último, pero para mayor comprensión del contexto en el que Gramsci ofrece sus reflexiones (que son, en rigor, acerca del teatro, pero que pueden hacerse extensivas a la ópera, como la fugaz aparición del nombre de Wagner parece sugerir), transcribo también algunos párrafos anteriores:
Una primera lectura ofrece sólo la posibilidad de introducirse en el mundo cultural y sentimental del escritor, pero esto no es siempre así, especialmente para los escritores no contemporáneos, cuyo mundo cultural y sentimental es diverso del actual: una poesía de un caníbal acerca de la felicidad que produce un gran banquete de carne humana puede concebirse como bella y exigir, para ser apreciada artísticamente, sin prejuicios "extra-estéticos", una cierta distancia psicológica de la cultura presente. Pero la obra de arte contiene también otros elementos "historicistas" además del determinado mundo cultural y sentimental, y es el lenguaje, entendido no sólo como expresión puramente verbal, que puede ser fotografiado en un determinado tiempo y lugar de la gramática, sino como un conjunto de imágenes y modos de expresarse que no pueden ser absorbidos por la gramática. Estos elementos aparecen con mayor claridad en las otras artes. La lengua japonesa se presenta de inmediato como diversa a la italiana, no así el lenguaje de la pintura, de la música y de las artes figurativas en general: y sin embargo existen también estas diferencias de lenguaje, y son tanto más llamativas cuanto más se pasa de las manifestaciones artísticas de los artistas a las manifestaciones artísticas del folklore en las cuales en lenguaje de estas artes se ve reducido a su elemento más autóctono y primordial. [...]
Existe, desde el punto de vista cultural e histórico, una gran diferencia entre la expresión lingüística de la palabra escrita y hablada y las expresiones lingüísticas de las otras artes. El lenguaje "literario" está estrechamente ligado a la vida de las multitudes nacionales y se desarrolla lenta y apenas molecularmente; si se puede decir que cada grupo social posee una "lengua" propia, sin embargo es posible advertir (salvo raras excepciones) que entre la lengua popular y aquella de las clases cultas existe una continua adhesión y un continuo intercambio. Ello no ocurre con los lenguajes de las demás artes, respecto de los cuales se puede afirmar que actualmente se verifican dos órdenes de fenómenos: 1) en ellos están vivos, por lo menos en una cantidad enormemente mayor que en la lengua literaria, los elementos expresivos del pasado, y podría decirse que de todo el pasado; 2) en ellos se forma rápidamente una lengua cosmopolita que absorbe los elementos técnico-expresivos de todas las naciones que a cada paso producen grandes pintores, escritores, músicos, etc. Wagner ha dado a la música elementos lingüísticos que toda la literatura alemana no ha dado en toda su historia, etc. Ello ocurre porque el pueblo participa escasamente en la producción de estos lenguajes, que son propios de una elite internacional, mientras que puede, con bastante rapidez (y como colectividad, no individualmente), acceder a su comprensión. Todo esto para indicar que en realidad el "gusto" puramente estético, si puede llamarse primario como forma y actividad del espíritu, no lo es en sentido práctico, es decir, cronológico.
Alguno ha escrito que el teatro no puede ser calificado como arte, sino más bien como un entretenimiento de carácter mecánico. Y ello debido a que los espectadores non pueden apreciar estéticamente un drama representado, sino que se interesan sólo a la intriga, etc. (o cualquier cosa similar). La observación es falsa, en el sentido de que, en la representación teatral, el elemento artístico no está dado sólo a partir del drama en el sentido literario; el creador no es sólo el escritor: el autor interviene en la representación teatral con las palabras y la didascalia que limita el arbitrio del actor y del régisseur, pero en realidad en la representación teatral el elemento literario se convierte en ocasión para nuevas creaciones artísticas, que de complemetarias y crítico-interpretativas están pasando a ser cada vez más importantes: la interpretación del autor individual y el complejo escénico creado por el régisseur. Es cierto, sin embargo, que sólo la lectura repetida puede haceer disfrutar el drama tal como el autor lo produjo. La conclusión es esta: una obra de arte es tanto más "artísticamente" popular cuanto en mayor medida su contenido moral, cultural y sentimental es compatible con la moralidad, la cultura y los sentimientos nacionales, mas no entendidos como algo estático, sino como una actividad en continuo desarrollo. El contacto inmediato entre lector y escritor tiene lugar cuando en el lector la unidad de contenido y forma parte de la premisa de la unidad del mundo poético y sentimental; de otro modo, el lector debe comenzar a traducir la "lengua" del contenido en su propia lengua: puede decirse que la situación se asemeja a la de alguien que aprendió inglés en un curso acelerado Berlitz y después lee a Shakespeare; la dificultad de la comprensión literal, obtenida con el continuo auxilio de un mediocre diccionario, reduce la lectura a un ejercicio escolástico pedante y nada más.
En: Antonio GRAMSCI, Quaderni del carcere. Edizione critica dell'Istituto Gramsci, a cura di Valentino GERRATANA, Torino, Einaudi, 2007, v. II, q. 6 (1930-1932), pp. 730-732
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