No se avanzó mucho en ese sentido, parece. A nadie se le ocurriría explicar que "el cine también puede conmover" o que "la poesía puede ser reflexiva" o que "la pintura puede ser desestabilizadora". Pero sí parece necesario advertir, antes de escuchar la sinfonía El distraído, que los violinistas se van a poner a afinar el instrumento en el medio del Prestissimo final (risas). A propósito, no puedo dejar de olvidar a cierto ex-director del Colón que afirmaba que L'elisir d'amore era una experiencia divertidísima para cualquier adolescente, y que negarle a la juventud la posibilidad de disfrutar de comedia tan desopilante era equivalente a "castrarlo" (sic). Una frase que podría mover a risa, si semejante bufonada no hubiera terminado tan, pero tan mal. A menos que el susodicho, erudito él en cuestiones de cantantes olvidados, se estuviera refiriendo a la triste historia del pobre Anthony Bates.
Quiero decir: que la música puede provocar risas, sonrisas, carcajadas obscenas o muecas de espanto, y tener que pedirle al que la escucha cómo reaccionar a cada paso parece ser decididamente reaccionario. Como bien dice Pablo, "tenemos un sentido del humor distinto", y cada uno sabrá cuáles son sus bromas musicales preferidas. Haydn es, en ese sentido, uno de los mejores, y mi ejemplo favorito es, haciendo memoria rápidamente, la entrada del fagot en el final del Largo cantabile de la Sinfonía 93. Lo que se dice una boludez, pero que a mí me divierte.
Y, dicho sea de paso, si alguno todavía dudara de la importancia del humor en la música, ahí está "My wife's home town", uno de los puntos más altos del nuevo disco de Dylan (para mí, el más alto, lisa y llanamente), con esas risas escalofriantes y casi tomwaitsescas del final. Y hace tanto que anuncié el comentario de ese disco, que todo parece un (mal) chiste. Pero no, prometo que la próxima entrada será la ya largamente debida a Together through life (risas).
Ahora estoy abocado a ver, leer y escuchar los contenidos de Andrés, la caja también conocida como las Obras incompletas de Calamaro, que me compré esta semana.
En serio. Me la compré.
No es broma.
No se rían.
3 comentarios:
La imagen que acompaña la entrada está tomada del libro "Retratos" de Pablo Bernasconi. Recomendadísimo.
Hola Gus!
Qué bien! esa caja debe ser un tesorito...
Y es que creo que Calamaro grabó los mejores discos del rock en catellano de los 90. Es muy difícil transmitir esto en un post de un blog, pero sus discos son una especie de resistencia de la filosofía del rock.
Y claro, tenemos Honestidad Brutal que es oro puro, pero El Salmón, enterito, (que es como le lado oscuro de la fuerza) me parece casi hasta un gesto político de integridad artística y ética y de revisión del proceso creativo...
Iba a defender a la Renga (ahora no te rías vos)también en este post
pero no me va a dar el espacio para argumentar...
Abrazo!
Nico
Yo no le daba mucha pelota a Calamaro, hasta que sacó El Salmón. Ahí lo empecé a tomar en serio, y le debo unas cuantas cosas: una es Honestidad brutal, que para mí también es el mejor disco de rock en español que se ha escrito o se escribirá. También le debo el haberme abierto los oídos a un par de españoles geniales, como Bunbury y, sobre todo, Nacho Vegas, que para mí es el mejor de su generación. Y, sobre todo, le debo el haberme ayudado a entender y a apreciar al Dylan de los '80s, ese por el que no daba ni dos mangos, hasta que Calamaro me lo enseñó a escuchar. Y en La Caja, efectivamente, hay unos cuantos tesoritos, sobre los que tendré que dejar algún que otro comentario en el blog. Por lo pronto, si podés escuchá "Colegio de animales", que iba a ser el primer tema de Honestidad brutal y al final quedó afuera del disco. Esa canción es el "Discurso del método" de la filosofía del rock que mencionás.
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